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Volvió a Guatemala indígena maya cercenado al caer de un tren durante redada en Zacatecas

Del sueño americano a la discapacidad
Corresponsal
Periódico La Jornada
Lunes 8 de septiembre de 2014, p. 34

Fresnillo, Zac., 7 de septiembre.

Yo creí que iba a cruzar rápido, porque creí que México era más chico que Guatemala, dijo Manuel Tum Och, campesino y albañil maya de 44 años de edad, oriundo de Guatemala. En abril pasado emprendió su travesía hacia Estados Unidos.

Su esposa y tres hijos se quedaron en Xejuyup, aldea ubicada a siete horas de la ciudad de Guatemala, adonde fue deportado el primero de septiembre por las autoridades migratorias mexicanas, pero no volvió completo: perdió su pierna y su brazo izquierdos, así como la mitad del pie derecho.

Llevaba 20 días de viaje en tren desde que salió de su país, cuando al cruzar por la ciudad de Fresnillo, la noche del 27 de abril de 2014, las locomotoras se detuvieron y comenzó una persecución del Instituto Nacional de Migración (INM) en medio de la penumbra.

Pasaban de las 22 horas cuando el tren reanudó su marcha, mientras decenas de migrantes intentaban huir de la redada. En ese momento, narró Manuel, intentó subir al tren, pero resbaló, y cayó bajo las ruedas de acero.

Tum Och no perdió el sentido cuando el tren lo mutiló, pero se desangraba rápidamente. Sorprendidos, los agentes del INM llamaron a una ambulancia.

A las 23 horas del 27 de abril, Tum Och ingresó al hospital general de los Servicios de Salud de Zacatecas, ubicado al poniente de la cabecera municipal de Fresnillo, informó el director del nosocomio, Jaime Burciaga Campos.

El choque hipovolémico ponía en peligro su vida. Luego de horas de una transfusión y varias cirugías, Manuel pasó al área de terapia intensiva. Ahí estuvo 19 días, hasta que reaccionó y se enteró de que el tren le había arrancado la pierna izquierda desde la cadera, así como el brazo izquierdo y la mitad del pie derecho.

Antes de regresar a Xejuyup, en la provincia de Nahula, departamento de Sololá, 343 kilómetros al poniente de la capital de Guatemala, Manuel explicó en entrevista qué lo hizo emigrar.

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Manuel Tum Och, indígena maya guatemalteco que perdió su pierna y brazo izquierdos tras caer del tren de carga en el que pretendía llegar a la frontera con Estados Unidos, recibió atención médica en Zacatecas antes de ser deportado a su paísFoto Alfredo Valadez

La necesidad me obligó a venir. Por la necesidad que tenemos es que queremos cruzar de México a Estados Unidos. Lastimosamente me falló, y ahora no puedo decir que pasaré a la próxima. Entonces, de plan, ya no tengo ninguno, afirmó.

En abril mi plan era estar unos dos años allá y después regresar con mis hijos. Yo venía para mejorar. Yo tengo necesidades: tengo mis tres hijos, una hija que terminó su primaria y yo quería que estudiara más, pero ¿ahora quién me va a ayudar?

Con el muñón de su pie derecho aún vendado y manchado de sangre, Tum Och dijo sonriente que durante cinco meses hospitalizado habló varias veces por teléfono con su esposa. Ella y sus hijos lo esperan. Sobre los pormenores del accidente que sufrió no quiere hablar. Ni en castellano ni en maya.

“Es culpa mía lo que me pasó. Cuando iba corriendo para subir al tren el pie se me resbaló y ahí fue cuando el otro vagón que venía atrás me empujó y caí debajo del tren. No fue doloroso, no sentí mucho, la verdad no sé por qué será.

La policía de migración me ayudó para venir al hospital, porque el accidente fue de noche. ¡De día no me hubiera caído!En el hospital me trataron muy bien, me dieron todo, hasta lo que no les pedía.

–¿Has pensado qué vas a hacer, de qué vas a vivir?

–¿Que qué voy a hacer cuando llegue? Pues allá yo siempre he trabajado en el campo. ¿Ahora qué haré? No lo sé…

“Si alguien quiere venir es por él mismo. Yo repito: a nadie le ruegan que venga, es voluntad de uno. ¡Ni modo que el presidente de Estados Unidos les diga ‘vengan para acá’!

Es por la necesidad que uno viene. Por los dólares, porque el dinero allá en mi pueblo no multiplica. Pero cuando llega a Guatemala se multiplica y un dólar se hace como ocho quetzales, dijo con ojos pequeños y brillantes, tratando de contener las lágrimas.