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Jazz

Tony Cárdenas 1963-2014

P

or voluntad propia, por convencimiento… por comodidad tal vez, Tony Cárdenas se mantenía alejado de los reflectores; no le atraían ni las pompas ni los abalorios; no obstante, y a pesar del bajo perfil con que deambulaba por el planeta, su pulso y sus trazos en la batería son referencias indispensables para arribar a muchos de los mejores momentos del jazz en México.

Baterista de excepción, no sólo poseía aquel toque mágico y riguroso de los elegidos; no sólo conjugaba a la perfección intensidad y delicadeza; el maestro buscaba (y encontraba) en sus tambores una inagotable fuente de recursos melódicos, con los que igual silbaba una balada que detonaba en medio del hard bop. Era el jazz su leitmotiv; lo mismo le servía de voz que de percutor.

La muerte lo encontró la tarde del pasado 6 se septiembre en su casa de la colonia Escandón. Al parecer, un ataque fulminante al corazón hizo que todo fuera rápido y sin mayores complicaciones.

José Antonio Cárdenas Jaime nació el 25 de abril de 1963, en la ciudad de México, en medio de una familia de artistas. Era nieto del célebre compositor Guty Cárdenas; su padre, Guty también, además de piloto aviador, había estudiado clarinete en el Conservatorio Nacional; su hermano mayor, también Guty, es guitarrista y cantante, aunque se dedica esencialmente a la pintura; Daniel fue director del Hard Rock Café; Fernando estudió ballet clásico y ahora escribe para cine. Tony fue el cuarto.

Egresado del Conservatorio Nacional de Música en la carrera de percusiones, estuvo un tiempo en la Sinfónica Nacional; durante cinco años trabajó con Armando Manzanero, después recorrió las filas de Eugenia León, Francisco Céspedes, Ricardo Arjona y otros tantos etcéteras alimenticios.

Porque la pasión y el corazón y las entrañas estaban en el jazz. Tony fue parte esencial de varias de las bandas más importantes y determinantes en la historia de nuestra síncopa.

Habría que empezar hablando de Antropóleo, grupo de culto, trío de leyenda que no alcanzó a grabar un solo disco, y que de no ser por dos temas –Antropoleo (Ch. Parker/ S. Rollins) y Nexus, plexus, sexus (T. Montoliú)–, incluidos en los elepés acoplados del Festijazz de LUCC (1989), su historial fonográfico estaría en ceros. Héctor Infanzón se encargaba del piano y Agustín Bernal del contrabajo.

En ese mismo 89 Antropóleo llegó al Arcano, y Francisco Galindo, propietario de aquel legendario club de jazz (1988-1996), nos cuenta: Para el segundo año se volvió el grupo base, tocaban diario y eso les dio una gran calidad como trío. Tocaba el último turno a partir de la una de la madrugada y había un enorme respeto y atención para el trío. Tocaron cuando menos año y medio diariamente, o casi. Puedo decir sin temor a equivocarme que Antropóleo fue considerado por los músicos de esa época el mejor trío de jazz que había existido hasta esas fechas.

Aunque Antropóleo se perfilaba en grande –abrió el concierto de Cecil Taylor en la Sala Nezahualcóyotl, fue un éxito en el Festival Jazz Plaza de Cuba–, de buenas a primeras dejan de tocar. Era 1993. Cárdenas y Bernal siguieron tocando juntos, primero, con el grupo Viva Fidel, con Miguel Salas al piano (otro de los grandes a los que tendremos que regresar) y Ricardo Benítez en la flauta.

Posteriormente, llegó un trío con Enrique Nery en el piano, y aunque nunca sacaron disco, por ahí hay una grabación en la Sala Neza, cuando abrieron para Eddie Palmieri. Después aterrizaron un asombroso proyecto con el contrabajo de Bernal, los bajos de seis y siete cuerdas de Rodrigo Castelán (otro virtuoso de bajo perfil, quien además tomaba la guitarra) y la batería de Cárdenas. Este trío dejó un disco para la historia: Niño.

Esta lista de bandas se extendería más allá de la columna, pero no podríamos omitir una alineación de lujo que pisó los principales escenarios en 2004, con Rey David Alexandre, Tony, Aarón Cruz, Diego Maroto, Enrique Nery e Iraida Noriega. O los discos que grabó nuestro baterista con Chucho López, Eduardo Piastro, Elizabeth Meza, Héctor Infanzón… los de Iraida, por supuesto, y con los grupos Jazztlán y Criketh Band.

En los últimos tiempos salía poco de su casa; ahí daba algunas clases y eventualmente iba a tocar con la Manzana Jazz Band, de Chacho Gaytán. Muchas voces han despedido al maestro, pero sólo tenemos espacio para unas cuantas: Tony nunca le tiró a estos que llamamos fama. Siempre estuvo enfocado en ser un mejor músico, todo el tiempo: Agustín Bernal.

“Fue un clic instantáneo, éramos muy afines. Era explosivo, muy intenso en su forma de tocar, en su forma de ser; era muy auténtico… se me estrujó el alma en este ratito”: Diego Maroto.

“Es uno de los mejores bateristas que ha dado el país, con una fineza como pocos. Era muy cálido… a mí me pegó fuertísimo esto… siempre tenía una sonrisa; aun dentro de su autodestrucción, era muy sensible, siempre hablaba bien de todo mundo”: Elizabeth Meza.

“…Tony nos quedaba a deber aunque lo diera todo. Desde luego una deuda no musical. Tony cumplía y más que cumplía. ¿Qué era entonces ese sentimiento de agua pura que corre y no lleva a germinar la potencial simiente? ¿Qué era? Me gustaría conversarlo con él ahora, mañana. Es muy triste que por ahora ya no podré hacerlo”: Alain Derbez.