jornada


letraese

Número 220
Jueves 6 de Noviembre
de 2014



Director fundador
CARLOS PAYAN VELVER

Directora general
CARMEN LIRA SAADE

Director:
Alejandro Brito Lemus

pruebate




Yesenia Peña Sánchez

La sexualidad humana también
es patrimonio

Yesenia Peña Sánchez es antropóloga física por la Escuela Nacional de Antropología e
Historia, maestra en Ciencias Médicas por la Universidad de Colima y doctora en Ciencias Antropológicas por la Universidad Nacional Autónoma de México. Ha dedicado su carrera
a la antropología de la salud, de la alimentación y especialmente, de la sexualidad, línea en
la que no se había profundizado hasta hace muy poco en el Instituto Nacional de Antropología
e Historia (INAH).

¿Cómo surge una línea de investigación sobre sexualidad en el campo de la antropología?

Comenzamos en el año 2000, en el INAH, rompiendo con esa visión de salvaguarda del patrimonio cultural del país que dejaba a un lado temas como la sexualidad, pero sobre todo,
de la diversidad sexual. Entonces, había una necesidad de generar investigación en tono a dichos temas, partiendo del hecho de que la sexualidad humana y la diversidad sexual también son patrimonio cultural. En este caso, los antropólogos comenzamos a darle lectura como un problema de índole social que involucran a todas y todos. De esta manera, estudiamos
todas las prácticas y comportamientos que los diferentes grupos sociales generan y transmiten a nivel cultural.

Otro interés es saber cómo nos construimos como seres sociales y sexuales, cómo significamos al otro y cómo avanzamos en nuestras formas de interacción social con respecto
al cuerpo, el erotismo y la reproducción.

De aquí surgieron tres proyectos en específico que son la Semana Cultural de la Diversidad Sexual, que en un principio tuvo como sede el Distrito Federal y después en otras entidades,
para atender problemáticas concretas como Nuevo León, donde reflexionamos sobre la discriminación y violencia hacia la población de la diversidad sexual y la mujer; en el caso de Sinaloa, enfocamos los debates al tema de VIH por ser un lugar donde va y viene gente a través de los puertos, generándose un turismo sexual; en Colima hablamos de la comunidad
lésbico, gay, bisexual, trans e intersexual (LGBTTTI) y de las personas con diversidad funcional
o discapacidad; en Hidalgo se debatió sobre niños, niñas y adolescentes, en la ciudad de México hablamos de todos tipos de vulnerabilidad por nuestras conductas sexuales expuestas
y de la reinterpretación de la diversidad sexual a través de la estética.

Otro producto son las memorias de dichas semanas, en las cuales se pueden recrear los debates realizados año con año. En ellas, se recuperan las intervenciones de activistas, académicos y testimonios de personas.

También recreamos trabajos clásicos y un rescate de las sexualidades locales frente a lo global como el estilo de vida gay o de adultos mayores que rompen los prototipos de cuerpo e identidad, o que muchas de estas prácticas no son identidades sino una identidad política para generarse subvenciones.

Además revisamos las problemáticas a las que se enfrentan las organizaciones de la
sociedad civil y las violencias en y entre las personas de la comunidad LGBTTTI para ver qué nuevas políticas surgen y hacia dónde van los movimientos.

Nuestro tercer producto es la Revista de Antropología Sexual, financiada por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) y el INAH, que recrea diferentes ámbitos del conocimiento como la sociología, psicología y medicina para los estudiosos de la materia y también quienes desean acercarse al tema.

Parece ser que la sexualidad estaba olvidada como parte del patrimonio cultural.
En un principio, la antropología, aunque en general los estudiosos del ser humano, tenían
una limitante o erotofobia por entrar al tema y ser considerados perversos o peor aún, gays o lesbianas.

En los textos clásicos de autores como Mead y Malinowski hay descripciones de las prácticas
y las representaciones sexuales aunque predominaba los estudios de la política, la economía
o las relaciones de parentesco.

¿Cómo surge la antropología sexual?
En la década de los sesenta, la Asociación Americana de Antropología abre una subespecialidad que es la antropología sexual. Surge como una confrontación contra el
cuerpo medicalizado y el discurso de la sexualidad medicalizada que generaba categorías
sobre cómo acercarse a la sexualidad del otro a través de etiquetas. Era necesario tomar
en cuenta las diversidades locales y regionales y no los paradigmas de esta visión médica sobre el cuerpo. Así surge una visión crítica sobre el cuerpo y la sexualidad.

Muchas de las cuestiones de sexualidades locales no tienen que ver con construcciones
como la homosexualidad o la poligamia, simplemente responden a una situación cultural. En los años ochenta y noventa, la crítica se amplió al terreno de lo cultural y del rescate de las capacidades amatorias del otro, de su interacción social, de su integración y el impacto de los estilos de vida globales como el heterosexual y el homosexual.

¿Tú comienzas estos estudios en México?

Desde los años ochenta, Xabier Lizarraga había tratado de introducir una materia sobre sexología antropológica y ésta quedó ceñida a la perspectiva de la sexología. Nosotros
tratamos de ampliar los límites diciendo que la sexualidad no es una y que se tenía que ver desde diferentes enfoques.

Se comenzaron a elaborar etnografías y percibimos que las sexualidades eran muy dinámicas
y adquirían patrones y elementos de la hegemonía de inmediato, y había formas de transformación del comportamiento. Así que más que prácticas de representación había recreaciones y reproducciones culturales locales de discursos provenientes de otros lugares.

A nivel de investigación, ¿en qué trabajan actualmente?

Exploramos sexualidades locales. La de las personas con discapacidad, particularmente
con afecciones del sistema nervioso central, y la de diversidad sexual ubicada en comunidades LGBTTTI, sobre todo la transexual, debido a que padece de discriminación al interior
y exterior del movimiento.

Otro campo es el de jóvenes, niños y adolescentes, enfocados a la trata y la explotación sexual infantil, tomando en cuenta, entre otras cosas, los usos y costumbres de las comunidades indígenas.

Se debe abrir a un camino interdisciplinario. Todas las disciplinas se pueden empatar para lograr la resolución de problemas sociales. Definir qué podemos aportar, cómo vamos a ver a
la diversidad sexual: como un ente político o como un patrimonio, lo cual ayuda a posicionar a todos los grupos humanos. No debemos perder de vista que la diversidad sexual existe en todos los grupos humanos y dentro de esta no podemos formar fundamentalismos ni universalismos sexuales. Para la juventud, esa idea ya no es atractiva, pues ya no quieren categorías ni ser encasillados. Quieren ser nómadas sexuales, pansexuales o simplemente ciudadanos del mundo. (Leonardo Bastida Aguilar)

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