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A la mitad del foro

De cortes y recortes

N

o habrá recortes del gasto público por la caída del precio del petróleo, declaró solemnemente Luis Videgaray no hace tanto tiempo. Y aunque las cosas de Palacio van despacio, la sucesión de desastres y escándalos, naturales y contranatura, aceleró la caída del prematuramente laureado secretario de Hacienda que cantó las virtudes de la reforma fiscal, dicha hacendaria y redicha estructural: cayó el petróleo y calló el coro de halagos. Más serio que el día en que explicó que la compra de su casa en un club de golf fue legal y en nada empaña su manejo de la economía, que favorece a los ricos, Videgaray subió al púlpito del ágora electrónica y recitó la palinodia: recortes al gasto público y ajustes en obras y dependencias federales por miles de millones de dólares.

Nueve mil millones de dólares dice en primera plana El País, el diario que hizo sus ajustes y es, todavía y cada día más, el diario indiano, expresión de globalidad española, esa que no existe más que fuera de España. Allá hay catalanes, vascos, andaluces, gallegos, asturianos... Se reconocen y dicen españoles cuando emigran o se ven obligados por el franquismo falangista, fascista y tiránico. Pero acierta El País al hablar del drástico recorte del gasto público que impone México, una rebaja de nueve mil millones de dólares para encarar la caída del petróleo. Del oro negro que todavía vale y aporta más de 60 por ciento del ingreso fiscal en esta pobre tierra de la austeridad impuesta a quienes se acuestan sin cenar y pasan hambre todo el día. Dólares, porque están al alza impulsados por el inesperado crecimiento económico de Estados Unidos de América, de Barack Obama, así como la no deleznable caída del euro a golpes del renacimiento helénico y el ascenso de la izquierda contemporánea, mezcla de mezclas, que exhibió desnuda a la Unión Europea.

Los de la corte de Maastricht ya tienen banca central, pero no tienen fisco común. Cada quien para su santo, mientras no contradiga la voz soberana de doña Angela Merkel y el dogma de la austeridad que mantiene enhiesta la concentración del capital en pocas manos y el destino de Sísifo para los afortunados que viven del salario. De los otros, de los desempleados o dispersos en la marginación de la elegantemente llamada economía informal, ni hablar: ¡Que se jodan!, dijo una elegante ministra del gobierno de Rajoy. La derecha vive, la tiranía sigue. Por eso los asusta la victoria de Alexis Tsipras y que el nuevo gobierno se niegue a negociar con la troika (Comisión Europea, BCE y FMI), así como a pedir una prórroga al rescate. En México ya pasamos y pagamos algunos rescates previos al que amenaza resurgir al son de los ajustes y recortes multimillonarios que anunció Luis Videagaray. Resulta que rescatan a los banqueros y los pueblos pagan. Con razón invierte la máxima troyana Alexis Tsipras, el griego que desconfía de los ricos que traen regalos.

¿Dónde está la respuesta de la oposición, de los partidos de la pluralidad que tuvieron el tino de comprometerse con el Pacto por México? Los del PAN, los de la oligarquía que domina esa frailesca cofradía, pelean palmo a palmo, insulto tras insulto, acusaciones de corrupción de uno y otro campo. Gustavo Madero manda y Felipe Calderón aprende la amarga lección del poder que creyó era suyo y no de la institución presidencial, esto es, padece del mal que enanizó a los del priato tardío. Preparan las candidaturas asignadas como debe ser, en familia, entre la gente de bien. Y de bienes. Los de la corte calderonista en el exilio pegan y pagan de inmediato con el triste espectáculo del apretón de manos del poblano senador Lozano y el norteño mandón Madero, y en el mismo escenario, el abrazo del sinaloense Gil, cuya sonrisa obligaba a recordar la letra de Cambalache, tango de tangos, dirían Gustavo Petricioli y Jacobo Zabludovsky: y el que no... es un gil, dice.

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El secretario de Hacienda, Luis Videgaray, declaró solemnemente hace poco tiempo que no habría recortes del gasto público por la caída del precio del petróleoFoto Francisco Olvera

Del PRD y la tierna despedida de Alejandro Encinas, la confirmación de que origen es destino. El hoy líder del partido que nació a la sombra del frondoso árbol cardenista, Carlos Navarrete, compañero de viaje de los chuchos mayores, Ortega y Zambrano, así como del tabasqueño avencidado en la tierra de Zapata, de romana y agraria estirpe el nombre, Graco, de operático estilo el oropel y autoelogio como gobernador, aceptan que a Morena se vayan Alejandro Encinas, Rabindranath Salazar, Adán Augusto López y el camaleón Mario Delgado. Pero los que siguen al profeta Andrés Manuel se van, pero no se van, como el Papa polaco. Exigen permanecer en el escaño senatorial de la fracción perredista, conciencia fantasmal de la agonizante izquierda dizque moderna.

No hubo manifestaciones multitudinarias de esas izquierdas cuando se discutió y se aprobó en el Congreso la reforma energética, reforma constitucional que alteró sentido y rumbo social de la Constitución, del nacionalismo revolucionario. Multitudinarias y continuas, como las que se vieron en Escocia, España, Grecia, Francia, en prácticamente toda la UE que Jacques Delors supo tendría que ser una Europa a distintas velocidades. O en Turquía, en Egipto, o en Ucrania, a la que Nikita Kruschov incorporó Crimea y el puerto de Sebastopol, cuando existía la Unión Soviética. Mucho más numerosas han sido las marchas de protesta y exigencia de justicia por el bestial crimen de Iguala, muerte y desaparición de normalistas de Ayotzinapa; turbia exhibición de la corrupta complicidad de autoridades del gobierno y capos del narcotráfico.

La indignación por la venta de la patria apenas movió a los llamados nostálgicos del nacionalismo revolucionario por el reformismo salinista. Ahí estuvo Cuauhtémoc Cárdenas. Y ahí sigue, nueva esfinge, como llamaban los reaccionarios a Lázaro Cárdenas, general de América. El resto es nada: Carlos Navarrete y los que subieron al cabús del ferrocarril cuyo maquinista fue Rafael Aguilar Talamantes. Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional (FCRN), máquina de hacer política para hacer dinero: rápido ruedan rumbo al basurero de la historia.

¿Y el PRI, el que volvió de la derrota autoimpuesta y del desastre que provocaron al confundir unidad con unanimidad y aceptar sumisamente el cesarismo sexenal? Gozó los logros del pacto que revivió la expectativa, al mareo de la riqueza y la grandeza soñadas. La terca realidad se impuso. El tino de buen operador político, se disolvió en la duda, en el dejar hacer, dejar pasar: que asuma su responsabilidad la autoridad local. Y no había autoridad municipal ni estatal. De ahí en adelante, una lenta recomposición interna, una muy pobre comunicación social y un distante quehacer político. Pero persiste la fuerza emanada del poder presidencial, y los augures exponen ventajas notables del PRI en todo el territorio electoral del medio sexenio. Malgré tout. Aunque nadie lo entienda y menos todavía, lo comprenda. César Camacho, presidente del CEN del PRI, rescata el retruécano y hoy dice que designan candidatos de unidad y no por unanimidad. Y se dan el lujo de respaldar en el Senado el ajuste al gasto público.

No habrá tren en el sureste de Yucatán a Chiapas. Se pospone para las calendas el tren bala México-Querétaro, el del escándalo al otorgarse y cancelarse el portentoso contrato. Que no habría recortes por la caída del petróleo. Pero el tren que corría por el ancha vía/ muy pronto se fue a estrellar/contra un aeroplano/ que andaba en el llano/ vuela y vuela sin cesar...

Es la economía, estúpido. Para no insistir en la desigualdad y la marcha de sonámbulos rumbo al desastre.