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A la mitad del foro

Poderoso caballero es don Dinero

L

os mexicanos agobiados, apabullados por la austeridad fiscal se unen al lamento patético de la mayoría atrapada por el hambre. Austeridad es eufemismo para la desigualdad aberrante y escudo para los dueños del uno por ciento del capital. Tanto da que sea el vuelto a la plaza pública por Thomas Piketty, que el lanzado por Karl Marx desde la londinense Public Library para cambiar al mundo, y resistir el descrédito de la caída soviética. Para dar la razón a Aristóteles: La política no es filosofía, dijo el Estagirita.

Ante el abismo al que se asoma el Estado mexicano en la marcha de tontos conducida por quienes destruyeron las instituciones en aras de erigir el templo de la democracia como sinónimo del libre mercado, los dueños del dinero reivindican su mexicano retruécano de la patronal –sindicato de patrones– y se arrogan facultades para hablar en nombre de las fuerzas armadas, como si estuviéramos ante la verdadera satrapía que denunciara Blas Urrea, el gran Luis Cabrera, en la develación del monumento a Aquiles Serdán: Aquella sí era una tiranía de verdad; no como ésta de que os quejáis ahora, porque no puede dominar la guerra civil que vosotros mismos encendéis con vuestras ambiciones. La de la leva y las huelgas ahogadas en sangre por esquiroles importados del vecino del norte en Cananea o por la orden porfiriana en Río Blanco: ¡Mátalos en caliente!

Los ricos, los dueños del dinero y sus gerentes de elegante atuendo, para ser voz e imagen del mago de Oz oculto en la montaña de oro, se erigen defensores del Ejército y la Armada; hablan en su nombre: Por ningún motivo permitiremos que se metan en los cuarteles (...) Tengo mucha pena por lo que les pasó, pero no vamos a abrir todos los cuarteles del país porque quieren saber si están ahí o no los muchachos, dijo el dirigente de Concanaco Servitur, Enrique Solana Sentíes. Se refería a los padres de los normalistas de Ayotzinapa asesinados, desaparecidos; se dirigía a los mandos militares del Ejército de la Revolución mexicana, el que surgió del combate a la tiranía de la que habla Luis Cabrera, el que ha sido ejemplar defensor de la seguridad nacional y, sobre todo, de la norma constitucional que asigna el mando al titular del Poder Ejecutivo de la Unión.

El mando civil, el de quien recibe el mandato del pueblo. El voto de los ciudadanos, la mayoría de los sufragios emitidos por quienes mandan. Juegan con fuego los elegantes directivos o empleados de las cúpulas empresariales. Del capital escrito y descrito por Rosa Luxemburgo. No del ídolo erigido al becerro de oro, por muchas y muy claras que sean la sumisión al fetichismo y la implacable concentración del capital, de las rentas del capital multiplicadas geométricamente mientras el crecimiento de los salarios y ahorros de la anhelada clase media se miden en nanómetros, en la millonésima parte de un milímetro. Afortunadamente, el general secretario de la Defensa sabe de dónde viene. Y ante las presiones o los halagos, responde que soldados y pueblo son uno y lo mismo: basta ver la piel, los rostros de la tropa...

Poderoso caballero, don Dinero se queja de los tímidos aumentos en la reforma fiscal que insinuaba la tendencia a un leve incremento al impuesto sobre la renta de quienes ganan más. Y la reforma se quedó en el archivo de pendientes, con el pretexto de la crisis, que esta vez no vino del exterior; del caos anarquizante impuesto por los radicales de la coordinadora de la educación, que asegura educar a los niños con el ejemplo de la lucha social; de una rebelión amparada por el miedo de quienes pagan para no ejercer las facultades que la ley otorga, por la persistencia del guerrillerismo que se refugió en las montañas para no escuchar el estruendo de la caída del muro y del socialismo realmente existente. Ahí están. En Guerrero. En Michoacán, en el bastión que ha sido Oaxaca para el matrimonio morganático de políticos y líderes sindicales enlazados por la ambición, por el fetichismo del dinero para combatir al poder constituido y compartir el botín como compañeros de ruta.

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Los dueños del dinero se arrogan facultades para hablar en nombre de las fuerzas armadas. En la imagen, Gerardo Gutierrez Candiani, presidente del Consejo Coordinador EmpresarialFoto Roberto García Ortiz

Ah, en los albores del reformismo en vías al mal llamado neoliberalismo, neoconservadurismo a la sombra del libre mercado de bienes y mercancías; hablaban de capitales golondrinos, que hoy sabemos se multiplican libres de toda regulación y siempre han estado en sus nidos bajo los aleros de las grandes corporaciones financieras, pero sobre todo de la banca central de bancas centrales, la Federal Reserve del sacrosanto dólar. Los que hoy tocan tambores de guerra en defensa de los cuarteles en una patria ensangrentada por la locura de la guerra al crimen organizado y las disputas de sicarios por los territorios del mercado, denuncian el descrédito de los políticos y de la política; rechazan acudir al endeudamiento público y proclaman la obligada austeridad: Se han llevado a los bancos de los Estados Unidos de América 73 mil 927 millones de dólares, un monto equiparable al de la deuda externa del gobierno mexicano.

Donde lloran está el muerto, decía la sabiduría campirana. El capital en fuga no vino del exterior, no es golondrino, es zopilote que sobrevuela la desgracia en el llano y se refugia en la arcas de la moneda verde con la que se compra y vende todo en el imperio del mercado financiero libre de regulación. Hace unos días supimos de los millones y millones de dólares que los mexicanos de la modernidad tienen en los bancos de Suiza, libre de toda sospecha, santuario del secreto bancario. ¿A quién sorprende ver en las listas publicadas los nombres de Carlos Hank Rohn y de Luis Téllez Kunzler? Ambos hicieron su dinero a la antigüita: lo heredaron. El hijo del profesor es banquero; su padre no fue un pobre político. Luis Téllez, el alumno de Pedro Aspe, declaró que es viejo el depósito y lo hizo su padre.

En todo caso, son representativos del imperio de la política al servicio de la economía; dos apenas de la clase dorada del vuelco finisecular, de la versión mexicana de la puerta giratoria por la que entran al servicio público y salen directamente al de la gran empresa privada. Saben que el dinero no tiene patria. Después de la Salinastroika y los miedos de los patrimonialistas, de las empresas familiares y protegidas de la competencia exterior por la política de sustitución de importaciones, multiplicaron sus capitales al convertirse en exportadores; protegidos por gobiernos empeñados como ellos en reducir a nada el Estado, enterrar para siempre la rectoría económica. A nadie escandaliza que tan poderosos caballeros hayan invertido miles y miles de millones de dólares en la compra de empresas del primer mundo.

En el México de la desigualdad aberrante los mozos de estribo de los dueños del dinero hacen ostentación de estabilidad, de la austeridad para los pobres y la ostentosa abundancia para sus poderosos señores. En la vida cuartelera aconsejan no hacer guardia que no te toque, no ofrecerse de voluntario para nada y estar siempre cerca del que paga y lejos del que manda. En lugar de hurgar en los basureros de la banca suiza y estadunidense, de las filtraciones de periodismo de investigación que descubren el Mediterráneo en los bienes raíces de Manhattan, hay que atender el proceso penal de la banda de Ángel Aguirre, que robó dinero público en el estado de Guerrero. Dinero de los pobres, al amparo de la impunidad y el silencio cómplice del PRD y del centralismo que vuelve por sus fueros con la segunda alternancia.

¡Ahora o nunca, señor Presidente! Y no cito a Guillermo Prieto.