Sociedad y Justicia
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Se cumplieron 15 años de que fue tomado por activistas

Recuperar el Che Guevara, demanda añeja en la UNAM

Casi imposible, convencer a los ocupantes de que lo entreguen: experto

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El auditorio Che Guevara en imagen de noviembre de 2007, cuando albergó el primer encuentro regional obrero y de los trabajadores del campo y la ciudad de la otra campañaFoto José Antonio López
 
Periódico La Jornada
Lunes 23 de noviembre de 2015, p. 44

Era 4 de septiembre de 2000. Habían pasado siete meses del final de la huelga estudiantil (1999-2000) en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), y un grupo de activistas ejecutó la acción decidida días atrás: se tomaría de manera indefinida el auditorio Che Guevara después de dos intentos fallidos.

Se argumentó que sería un espacio autónomo y autogestivo, abierto a toda la comunidad, en el que pudieran expresarse los sectores divergentes de la casa de estudios. Sería un bastión para el ala más radical del Consejo General de Huelga.

Quince años después, la realidad es otra. Muchos jóvenes de la comunidad ni siquiera conocen el Justo Sierra, su nombre oficial en honor al fundador de la Universidad Nacional. Han sido varias las generaciones que han pasado por la UNAM, particularmente por la Facultad de Filosofía y Letras (FFL), donde se ubica el recinto, sin poder entrar al mismo.

Recinto emblemático

No tienen idea de que es uno de los auditorios más grandes y emblemáticos de Ciudad Universitaria; que años atrás personalidades de la talla de José Saramago, Pablo Neruda, Susan Sontag, José Revueltas, Octavio Paz, Pablo González Casanova, Luiz Inacio Lula da Silva, Luis Villoro, Carlos Monsiváis, Charles de Gaulle, Adolfo Sánchez Vázquez, Mario Bunge, entre muchos otros, dictaron ahí conferencias; que fue la primera sede de la Orquesta Filarmónica de la UNAM o que ahí se realizaron asambleas en las que se gestaron muchas de las directrices de los movimientos estudiantiles de 1968, 1986-1987 y 1999-2000.

Abigail estudió filosofía entre 2010 y 2014. En sus cuatro años como alumna de la FFL nunca pudo poner un pie en el recinto. “En el entorno la vibra no es nada agradable: si no eres cuate de quienes lo tienen, no entras. Son muy violentos y mejor no arriesgarse”.

Si bien al principio de la toma se intentaba dar cabida a las voces disidentes de la casa de estudios y de los movimientos políticos y sociales del país –fue escenario de presentaciones de miembros del EZLN, por ejemplo–, actualmente sólo se permite el ingreso a los grupos afines a quienes lo tienen en su poder.

Son ya muchas las voces que insisten en recuperarlo para la comunidad. Profesores eméritos, investigadores, académicos, diferentes sectores estudiantiles y de trabajadores han demandado en diversas ocasiones su devolución. En los dos anteriores rectorados –de Juan Ramón de la Fuente y José Narro Robles– hubo intentos por conseguirlo, pero no fructificaron.

Confrontación por su control

Entre diciembre de 2013 y abril 2014, la habitual tensión que se vive en torno al espacio se incrementó: diversos grupos se confrontaron de manera violenta por su control. Además, en noviembre del año pasado se suscitó en las inmediaciones del inmueble un enfrentamiento entre varias de las personas que mantienen la toma con un policía ministerial que realizaba un desahogo de pruebas por una denuncia relacionada con el robo de un celular, lo que dejó un activista herido de bala en la pierna. Y por la noche jóvenes y uniformados se enfrentaron en Ciudad Universitaria.

Por ello, uno de los desafíos más difíciles para el nuevo rector, Enrique Graue Wiechers, será desarrollar las estrategias necesarias y adecuadas para lograr que el auditorio Che Guevara –nombrado así por los integrantes del movimiento estudiantil de 1968– sea una vez más un recinto para toda la comunidad.

El problema es el cómo

Alejandro Canales, especialista del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación, destacó la necesidad de que la UNAM recupere ese espacio. El problema es cómo. No es algo sencillo, por las implicaciones. El rector Narro intentó ensayar algunas formas, pero no funcionaron. Estoy seguro que todos los universitarios están de acuerdo, pero será casi imposible convencer a los ocupantes para que lo entreguen y una acción de fuerza podría generar mayor problema. Es un reto difícil.

Hace unas semanas, durante el proceso de sucesión en la rectoría, La Jornada solicitó la opinión de todos los aspirantes al cargo en torno al auditorio y la mayoría no contaba con una estrategia para su recuperación. El hoy rector Graue Wiechers planteó entonces: Primero hay que hablar con los muchachos (que lo ocupan). Son grupos que han ido cambiando. Hay que ver quiénes son, qué están buscando, e ir implementando acciones.

Un profesor del Colegio de Historia de la FFL, que prefirió no dar su nombre ante posibles represalias violentas del grupo que detenta el auditorio, recordó que antes de la toma, El Che –como lo llama la mayoría del estudiantado– estaba abierto a cualquier persona, sin importar que no fuera universitario.

Durante la huelga de 1999-2000 el hoy docente era alumno de historia y se sumó al movimiento estudiantil. A la distancia afirma que no se puede hablar de un auditorio, sino de un espacio en el que se desarrollan dinámicas muy alejadas de los universitarios y de la sociedad. Hoy existe una tensión permanente en su entorno. Más que hablar de una recuperación, los universitarios debemos pensar en transformarlo en un proyecto del siglo XXI para la difusión de la cultura.

Antes de la huelga estudiantil de 1999-2000 fue un espacio para la convivencia académica, política y cultural, no sólo de la casa de estudios, sino de la ciudad entera. En su seno cabían todas las expresiones. El auditorio abrió sus puertas en 1954, con el inicio de actividades de la Ciudad Universitaria. Ahí se proyectaron memorables largometrajes de la historia del cine que en ningún otro sitio se podían ver, como La batalla de Argel, de Gillo Pontecorvo, y El conformista, de Bernardo Bertolucci.

Son 15 años en los que la comunidad no ha podido disfrutar del auditorio. Muchos lo ven como una mancha dentro de la Ciudad Universitaria, declarada patrimonio de la humanidad por la Unesco en 2007, y confían en que el problema pueda ser resuelto ya.