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Negocios y Empresas

La industria automotriz de EU

L

as medidas impulsadas por Donald Trump para recuperar las fábricas y el empleo en Estados Unidos pueden convertirse en la puntilla para sus grandes marcas automotrices. El liderazgo de Ford, General Motors y Chrysler hace décadas que se perdió. El Ford T que marcó una época, los grandes automóviles estadunidenses de mediados del siglo pasado o íconos como el Mustang, el Corvette o el Camaro ya no compiten de igual a igual con autos europeos y asiáticos.

En Estados Unidos el automóvil líder desde hace años es el Toyota Corolla y esta marca dominó al mercado mundial durante casi una década. En 2016 Volkswagen le quitó el trono, al vender 10.3 millones de autos frente a 10.18 millones de Toyota.

Uno de los grandes símbolos del capitalismo estadunidense hasta mediados del siglo pasado era su gran poderío automotriz. Por desgracia, esta industria no se modernizó al ritmo en que lo hizo Europa y la pujante producción asiática, comenzando por Japón, luego Corea y ahora China.

Lo que sí hicieron bien las armadoras de EU para mantener su nicho de mercado fue buscar ser más competitivas al adquirir insumos de otras naciones como México y China, y al producir gran parte de sus autos en México y en otras naciones con mano de obra relativamente barata frente a la estadunidense.

Por desgracia para esta industria, Trump quiere regresar al pasado a su país y convertir una moderna sociedad de servicios y de alta tecnología en un país industrial, con mano de obra cara, con insumos made in USA y con procesos productivos repetitivos que tienden a desaparecer en los países desarrollados.

Ahora, para competir al tú por tú con otras armadoras, a las estadunidenses no les quedará más que robotizarse, lo que de nuevo se traducirá en despidos de trabajadores. Pero mientras se transforman, si les impiden producir en el extranjero y con insumos internacionales, es muy probable que empresas automotrices de otras naciones les quiten buena parte del mercado que aún les queda.

Esta es una de las paradojas del neoproteccionismo de Donald Trump, que por tratar de recuperar fábricas y trabajos robados por México y otros países, llevará a achicarse a este sector, ya de por sí golpeado por la competencia internacional.