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Naturaleza y ciudad
S

on dos conceptos que con frecuencia parecen incompatibles. Las ciudades, particularmente a partir del siglo XX, se han dedicado a destruir la naturaleza para cubrirla de cemento, ladrillo, piedra, acero, vidrio y demás materiales que caracterizan la arquitectura y el urbanismo modernos.

Los daños a la vida natural, en lo que se incluye la humana, son incontables. Por fortuna, cada día hay más conciencia de ello y se buscan caminos para acercar la naturaleza a las ciudades y hacerlas más sustentables.

Uno de ellos es el que ha desarrollado el despacho de arquitectos de Singapur Ecosistemas Urbanos de Woha. Ahora exponen en el Museo de la Ciudad de México maquetas y trabajos que han sido merecedores de premios internacionales y que son una referencia en proyectos urbanos sustentables.

La exposición está integrada por 16 maquetas que exhiben el trabajo del despacho de arquitectos con los diversos proyectos que ha elaborado. Se basa en el libro homónimo que Woha publicó recientemente, en el que se incluyen dos facetas: los problemas que se viven en la ciudad del siglo XXI y las respuestas y soluciones que ofrece la arquitectura del despacho.

El título de la muestra nos ubica en el contenido Garden city mega city, que traducido al español sería algo como Ciudad jardín mega ciudad. Los proyectos arquitectónicos de Woha son ricos en biodiversidad, densidad y rendimiento para las megaciudades del siglo XXI; en el campo de la arquitectura son considerados sinónimo de ecología e innovación.

Las maquetas muestran grandes edificios por los que la vegetación brota en profusión. Muchos son como pequeñas ciudades, ya que contienen todos los servicios. Ahí se puede vivir, trabajar, hacer el súper, ir al gimnasio, al cine, es decir, no tiene que salir a la gran ciudad.

Un concepto muy siglo XXI, que despierta un cierto temor a los que amamos la vida de barrio, la convivencia con los vecinos en la calle, en el parque, con el marchante del mercado o el de la tintorería.

En las colonias que se construyero en la primera mitad del siglo XX en la Ciudad de México, como la Hipódromo Condesa y Polanco, se dio enorme importancia a la naturaleza. Ambas tienen amplios parques, banquetas jardinadas y camellones arbolados.

Increíblemente en las que se desarrollaron en la segunda mitad y lo que va del XXI ha prevalecido una arquitectura abigarrada, sea de casas o grandes edificios, sin parques, árboles o algún tipo de vegetación. Incluso en desarrollos lujosos y caros como Santa Fe o lo que llaman el Nuevo Polanco.

Lo cierto es que en la Ciudad de México, con su extraordinario clima, podemos gozar de verdor y flores todo el año, en cualquier lado, sin tener que levantar esas megaconstrucciones, pero inspirados en las ideas que expresó Mun Sum, uno de los arquitectos de Woha: Buscar una integración de diferentes ideas de urbanismo, sustentabilidad, comunidad y ecología.

La visita a la exposición da la oportunidad de solazarse con la belleza del palacio que la alberga: en 1531 el predio le fue concedido a Juan Gutiérrez Altamirano, fundador de un mayorazgo que se convirtió en el condado de Calimaya.

En el siglo XVIII la opulenta familia decidió reconstruir la casona y contrató al notable arquitecto Francisco Guerrero Torres, quien diseñó una mansión palaciega, utilizando los materiales característicos del estilo barroco en la Ciudad de México: el tezontle y la elegante cantera chiluca.

El lujo de la fachada es una colosal cabeza de serpiente empotrada en la esquina, primorosamente labrada en piedra que se cree que pudo haber formado parte del Templo Mayor. El patio principal tiene adosada una primorosa fuente adornada con la imagen de una sirena con dos colas y una guitarra, custodiada por tritones.

Ello nos dio antojo de pescado, así que fuimos al restaurante Danubio, en Uruguay tres. De inicio la sopa verde de mariscos, seguida de un huachinango estilo besugo y de postre el clásico pastelillo de la vasca. El acompañamiento, un vino blanco seco.