Opinión
Ver día anteriorJueves 30 de abril de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Estreno nuclear de Obama
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arece mentira, pero hace apenas un año la entonces senadora Hillary Clinton insistía en que su contrincante, el también senador Barack Obama, carecía de experiencia política y desconocía las relaciones internacionales. Véanlos hoy. Hace un mes el ahora presidente Obama nos envió a Hillary, ahora su secretario de Estado, para dar al presidente Felipe Calderón un espaldarazo y un apretón de manos.

Pocos presidentes de Estados Unidos han arrancado con tanta fuerza y un respaldo tan entusiasta como Obama. Kennedy y luego Reagan fueron casos parecidos, pero cometieron muchos más errores iniciales. Obama parece saber mejor lo que quiere y se ha trazado un camino para lograrlo. Desde su toma de posesión hace apenas cien días el presidente de Estados Unidos no ha parado. Sigue sembrando ideas y propuestas en los más diversos campos. Dentro y fuera de su país acapara diariamente los medios de comunicación. Vivimos una época de obamitis aguda. El nuevo inquilino de la Casa Blanca se ha paseado por todo Estados Unidos y ya ha emprendido varias giras al exterior. Estuvo en Europa y luego pasó por México en su viaje a la Cumbre de las Américas en Puerto España. Su estancia aquí se limitó a confirmar el espaldarazo que ya había dado al gobierno su secretario de estado.

En apenas tres meses Barack Obama ha logrado lo que muchos otros no han podido conseguir en años: sentar las bases de una revolución en lo interno y de una nueva era en lo externo. Está por verse si las medidas ya tomadas en lo interno surten efectos rápidos y si la retórica en lo externo se traduce en actos concretos.

En política exterior Obama empieza a destacarse como un presidente sensato y reacio a repetir los errores del pasado. Desde la caída del muro de Berlín, los presidentes de Estados Unidos han tratado sin éxito de establecer unas nuevas bases de la convivencia internacional. George H. W. Bush se limitó a proclamar un nuevo orden internacional que nunco supo edificar. William J. Clinton trató sin éxito de encontrar una visión propia del mundo. George W. Bush, en cambio, logró imponer la suya, sólo que resultó ser tan primitiva que ahuyentó hasta a sus más cercanos aliados. Bush hijo descuidó sobre todo la relación con Rusia, quizás la más importante de Estados Unidos debido a la existencia de decenas de miles de armas nucleares.

Para la mayoría de los líderes del mundo la amenaza que representa la existencia de los arsenales nucleares sigue siendo el mayor desafío del siglo XXI. Supera a los desafíos que acarrea la pobreza de buena parte de la humanidad, a la crisis financiera y económica que aqueja al mundo, al cambio climático y a los brotes de virus que podrían convertirse en pandemias.

Desde la campaña presidencial, Obama indicó que estaría dispuesto a proponer medidas para avanzar hacia un mundo libre de armas nucleares. Sus posiciones en materia de desarme nuclear fueron de lejos las más avanzadas de los aspirantes a la presidencia de Estados Unidos. Hasta hace escasos meses en los círculos gubernamentales de Washington era políticamente incorrecto hablar de nuevos acuerdos sobre el control de armas nucleares y mucho menos de desarme nuclear. Ahora Obama ha puesto sobre la mesa de negociaciones con Rusia y las demás potencias nucleares la idea de eliminar dichas armas. Es un primer paso muy importante que deberá pronto deberá traducirse en resultados concretos, si Obama quiere mantener cierta credibilidad en este terreno.

En principio el clima parece propicio para redoblar esfuerzos en el campo del desarme nuclear. Distintos grupos de ex dirigentes políticos, tanto dentro como fuera de Estados Unidos, han señalado la imperiosa necesidad de avanzar hacia un mundo libre de armas nucleares. Ya se han prohibido mediante sendos tratados multilaterales las armas biológicas y químicas. Faltan las nucleares.

Reino Unido ya ha anunciado que está dispuesto a abogar por la eliminación de las armas nucleares. Empero, China y Francia mantienen el silencio. India, Pakistán e Israel tampoco han anunciado su disposición para conseguir su eliminación. Corea del Norte e Irán siguen siendo objeto de reiteradas declaraciones de muchos gobiernos que los consideran una amenaza. Se les olvida que la mayor amenaza proviene de Washington y Moscú, que juntos detentan más de 95 porciento de todas las ojivas nucleares. De ahí la importancia del paso que dio Obama: primero hay que reducir sustancialmente los arsenales de Estados Unidos y Rusia y luego habrá que negociar con los demás.

El pasado primero de abril el presidente Obama se estrenó en el escenario internacional en la cumbre del G-20, celebrada en Londres. Aprovechó su estancia en la capital británica para reparar y enderezar varias relaciones bilaterales.Se entrevistó con los mandatarios de Rusia y China. Con el presidente Dimitri Medvediev Obama acordó concluir antes de fin de año un nuevo acuerdo para reducir aún más sus armas estratégicas nucleares. He ahí el primer paso fundamental y la primera prueba de la buena fe del nuevo presidente estadunidense.

En un discurso pronunciado en Praga unos días después, el 5 de abril, Barack Obama afirmó la responsabilidad moral de su país de encabezar la lucha por un mundo libre de armas nucleares, una lucha que (según insistió) quizás dure muchas décadas. También convocó a una conferencia internacional sobre seguridad nuclear a más tardar el próximo año. Y ahí dejó entrever lo que realmente parece inspirar muchas de las propuestas para la eliminación de las armas nucleares: el temor de que caigan en manos de países supuestamente menos confiables o que grupos terroristas puedan hacerse de los materiales nucleares necesarios para construir una bomba o un artefacto por crudo que sea. De ser así durará poco el sueño de un mundo libre de armas nucleares.