Opinión
Ver día anteriorLunes 8 de junio de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La reserva moral de los partidos
A

raíz de las poco edificantes postulaciones de candidatos a tantos puestos de elección, donde abundaron los compadrazgos, nepotismos, dinastías, bisoños, improvisaciones, compras, cambalaches, etcétera, todas vergonzosas, la impresión que queda respecto de la política y sus ejércitos es la peor que registra la historia. Constituyen el sector que sufre el mayor desprecio social, más abajo en la estima incluso que los policías, esto lo dijo la encuesta desarrollada por la Secretaría de Gobernación hace unos días.

La campaña por la Presidencia de la República ha empezado ya, si bien no acaban de aflorar todos los presuntos candidatos, pero el horizonte se percibe desolador y conflictivo. El país necesita un gran presidente, que ni se ve ni se advierte que pueda surgir. Los partidos están obligados a recuperar una condición hace tiempo perdida, que es la respetabilidad, fundamento de la democracia y que ahora solamente puede darse echando mano de las reservas morales de cada uno de ellos.

Un proyecto interno de carácter inteligentemente promocionista, a todos aquellos principios, símbolos y personas que en el pasado inmediato dieron muestras de respetabilidad por su propuesta progresista, solidez ideológica y moral. Revivir a los grandes patriarcas de ayer, darles voz y retomar sus discursos y hacerlos efectivos.

Del PRD habrá que esperar, a ver si resuelven sus conflictos interiores y a ver qué queda del choque Ebrard-López Obrador y las alineaciones de las tribus. La figura más relevante en este ejercicio en busca de respetabilidad es sin duda Cuauhtémoc Cárdenas, hombre valioso por más de una razón, al que por esas mismas cualidades, el partido por él creado le cerró el paso. Recordar a Heberto Castillo y a Demetrio Vallejo haría mucho bien en estos momentos en que una lucha social está a flor.

Las luchas sociales son peligrosas manifestaciones de la población hastiada, en aras de un objetivo de bienestar general. Son una muestra de rechazo guiado por el malestar social. Las luchas sociales son parte misma de la historia del hombre. Son legítimas por su naturaleza propia de enfrentar en desfavor al poder.

El PRI tiene gente valiosa, aunque no con la proyección que con el tiempo Cárdenas alcanzó, hay que asignarles la tarea de hacer ver al pueblo que en 70 años de gobierno no todo fue desastre, como los partidos contrincantes se empeñan en mostrar, y en la historia, al autor de la única –reconozcámoslo reforma electoral, la que aún nos sostiene, a Jesús Reyes Heroles.

El caso de Peña Nieto responde a intereses espurios muy particulares de un grupo que está dispuesto a todo, incluso a pasar sobre la ley, como ya lo ha hecho de cara a la nación, al exculpar a Montiel de increíbles raterías. Representa lo más sucio del viejo priísmo, aunque el nuevo no es muy diferente, sino hasta peor en algunos aspectos. El país nada les importa.

Del PAN no se observa más que un enorme y conflictivo vacío, a menos que Gómez Mont decida cambiar de giro, o decidan sacar del sombrero a Lujambio. En Acción Nacional todo es un pasado respetable y un presente detestable. Es este partido quizá el que más problemas tenga para hacer, con voces relativamente aceptables, reditar el día de hoy sus fundamentos históricos y de las muchas personalidades que le dieron vida mientras fue oposición: Gómez Morin, Castillo Peraza, Luis H. Álvarez.

La democracia requiere como fundamento instituciones sólidas y respetables, y el sistema político es el más categórico; demanda de una sociedad proclive al respeto y a la participación, y requiere, además, de grandes dosis de solidaridad y tolerancia. El país no soportaría una campaña presidencial donde el objetivo y sus medios siguieran siendo la ruindad, indignidad y bellaquería de lo que estamos viendo y veremos en los meses subsecuentes. Es imposible enfrentar una campaña presidencial en estas condiciones de mendicidad.

La ética y la moral son partes indivisibles de la política, ésta no puede existir sin las primeras. No puede existir sin tener como base ambos valores. De otro modo, la política se transforma, desde la actividad más noble a la que puede dedicarse un ser humano, a un mero ejercicio ciudadano cuyo objetivo único y primario será ganar y ganar y ganar, olvidando que los partidos no son sólo instrumentos electorales, sino de cogobierno.

Emprender una cruzada por la transformación moral de la política es desde hoy urgente. Pero sólo puede ser concebida, formulada y conducida por un gran líder nacional, carismático y ejemplar.

A Javier Wimer. Se fue y se llevó parte de la excelencia humana: sentido del amor y la amistad, honestidad, inteligencia, cultura, buen humor, sentido de independencia, creatividad y eficacia. Nos espera allá con una más de sus agudezas.