Opinión
Ver día anteriorMiércoles 3 de febrero de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Señuelos y realidad
M

ientras por el ancho mundo trabajan para dar cauce y solución a los problemas desatados por la crisis sistémica que tuvo su epicentro en Wall Street, en México sus elites se purgan con múltiples señuelos para desmovilizar sus energías (junto a otros más) y no avanzar.

Estreñidas al máximo con sus poquiteras visiones y disminuidas capacidades, continúan dando vueltas alrededor de las mismas norias, ya tan secas como vetustas. Ayunas de voluntad e imaginación para dar respuestas eficaces, iluminadoras, previsoras, portadoras de grandezas ante la emergencia, la competencia global y el peligro, se entretienen oliéndose a ellas mismas, rascando sus bolsillos y disfrazando sus terribles miedos. Para ellos, como grupo decisorio de primera línea, preguntarse por las maneras de salir de la atonía secular y de la crisis actual es asunto que sólo preocupa a los vanidosos e ilusionistas del más disonante populismo. Se confía en seguir adelante con lo mismo, repetir recetas, aunque pueden, de repente, recurrir a extravagantes vestiduras discursivas, vendedoras o de simple moda. El prianismo en primer término, pero extensivo a los demás contendientes partidistas, incluyendo a los de la izquierda burocratizada (PRD), circularán con sus recetas ya desfloradas desde hace décadas por el maligno y sus muchas torpezas.

No bastan las enormes penas infligidas a los mexicanos por décadas de medianías, retrocesos y el pasmo económico, los dirigentes partidarios sólo ven sus sombras, sus obsesiones manipuladoras y afanes de escalar posiciones de riqueza y poder. No oyen los reparos que vienen desde lo profundo, desoyen los gritos de auxilio y la desesperación de los millones de desahuciados que claman por una vida digna.

Si acaso, cuando son forzados por el griterío, las pedradas o los llantos, recurren a las encuestas de opinión telefónica, a los focus-group o traen asesores estrellas del paraíso circundante (España, USA o ex guerrilleros de El Salvador) y se enorgullecen de sus hallazgos y verborrea.

A cada retobo de la realidad de inmediato tratan de minimizar el desencanto que lo provoca y recetan, sin recato alguno, la fórmula de la ruta correcta y las reformas pendientes que todo lo aliviarán.

En ocasiones desesperadas dan saltos adelante, fugas ineficaces como las del señor Calderón, pero difundidas a todo vapor. Así, los poderes fácticos, sus acólitos partidistas y comunicadores, antes de enfrentar la realidad abrazadora, se enroscan tras distractores que atontan y crean confusión. Para su fortuna, éste será el año de celebraciones con panderos, luces, cohetes y 12 elecciones de gobernadores estatales.

En este espasmo de oportunidades para engañar incautos (que son muchos) las energías de la elite estarán concentradas en apuntar a cualquier promesa que se atisbe como palanca de votos. Lo que siga después sólo se adecuará a su incumplimiento fatal. Nada de pensar en programas efectivos, menos aún en cambios de trayectoria, de rumbo o de modelo imperante.

Los hechos del momento se imponen a la previsión y los poderes fácticos dictarán la moda, el bien decir y las buenas maneras. Sus intereses y posturas no serán tocados en toda esta trifulca de sonidos destemplados por cualquiera de los dos partidos que tienen sometidos. No habrá cambio, sino continuidad poquitera revestida de ofrecimientos sin resquemores ni mesura.

Las inversiones, el fomento al ahorro, la educación, las telecomunicaciones, la energía (petróleo, electricidad) los monopolios (incluidos los sindicales y comunicativos), la minería depredadora y en manos extranjeras (canadienses), el desarrollo acelerado, sustentable y el respeto al medio ambiente, pasarán desapercibidos.

Lo esencial, para los merolicos del oficialismo, es lo urgente: las medidas de impacto y no los programas esperados y eficaces. Éstos, que los hay y muy bien pensados, serán manoseados por sus palafreneros de variada calaña hasta dejarlos irreconocibles e inoperantes. Ningún concertador a destajo los tomará en cuenta en su trasiego entre bambalinas. Tampoco los utilizarán los operadores infatigables que sólo buscan sus prebendas, por poquiteras que puedan resultar.

Los mapaches electorales atenderán, con esmero, el sólido fundamento de las triquiñuelas conocidas, las compras de voto a despoblado, las amenazas que diluyen apoyos públicos a la miseria, la captura de urnas, la propaganda sin tapujos, la complicidad del consejero electoral previamente cooptado, la audiencia selecta con el magistrado para aceitar la argumentación propia. Ésos y no los asuntos de trascendencia, de nivel nacional, son la prioridad venidera, los acicates de la democracia, tal como se le conoce aquí. De todas maneras, se puede pasar revista de algunos tópicos que pueden ya ser indicativos de lo que vendrá en 2012.

En Europa, se decía en la entrega pasada, divisan la necesidad de tasar operaciones globales. Un pequeñísimo porcentaje de impuesto (0.005 por ciento) a esos enormes flujos, bien podrían significar sumas enormes (45 mil millones de dólares) susceptibles de usarse con varios propósitos: reconstrucción de Haití por ejemplo.

Las varias tentativas de Obama para castigar la especulación de los bancos de su país, aquí las ve la derecha como medidas desesperadas de un negro que no ha sabido gobernar para la gente productiva. Tampoco se atenderán, como es preocupación extendida en Europa, de cuidar los balances sociales logrados en el Estado Benefactor, ahora que ha sido comprimido por la crisis. Se dirá, como siempre, que tales formulaciones son lejanas, de socializantes ricos y pasarán de largo, llenos de soberbia e ignorancia.