Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 7 de marzo de 2010 Num: 783

Portada

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Las ciudades de Carlos Montemayor
MARCO ANTONIO CAMPOS

Montemayor: regreso a las semillas
RICARDO YÁÑEZ Entrevista con DANIEL SADA

La autoridad moral de Carlos Montemayor
AUGUSTO ISLA

Carlos Montemayor: ciudadano de la República de las Letras
LUIS HERNÁNDEZ NAVARRO

Recuerdo de Carlos Montemayor
LUIS CHUMACERO

In memoriam
Carlos Montemayor
MARÍA ROSA PALAZÓN

Ser el otro: Montemayor y la literatura indígena
ADRIANA DEL MORAL

Quiero saber
CARLOS MONTEMAYOR

Parral
CARLOS MONTEMAYOR

Columnas:
La Casa Sosegada
JAVIER SICILIA

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]

 

Rogelio Guedea
[email protected]

El jardín de Sísifo

La vida no tiene revés. Es una sola desde las ocho y cuarto en que se levanta para ir al trabajo y las diez y media en que se acuesta a dormir nuevamente. Y todos los días lo mismo la vida, salvo el descanso de diez minutos para tomar el almuerzo o ir al baño. Pero fuera de ahí (y de las vacaciones semestrales), la vida no tiene revés. Es una podadora automática que va arrasando piernas, brazos, buenos empleos, esperanzas, hasta que te convierte en composta o en polvo. La vida es una flor amarilla que se extingue al siguiente día de nacer, ahí en tu jardín. Lo demás es hierba y matojo, que nunca se acaban. La flor amarilla de la vida es, por ejemplo, el recuerdo de tu país a la hora del café de la tarde. O es: un barquito yendo a tu país. O es: un barquito que llega de tu país al puerto de la isla donde vives. La flor amarilla es también la fotografía que tienes de tus padres y amigos (los que quedan) sobre tu mesa de trabajo. Lo otro es hierba o matojo, que no se acaban. Los empiezas a cortar el sábado pasado y es hora que no terminas. Y cuando crees que has acabado el jueves que entra, te das cuenta que todas las hierbas y matojos que cortaste el sábado pasado (es decir: tu hermano enfermo, tu país en ruinas, tu hambre sin salario) ya están otra vez en pie, erguidos, retadores, soberbios, como la muerte.