Opinión
Ver día anteriorMartes 28 de diciembre de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
2011, amenaza sobre la capital
D

os mil once no será muy distinto a 2010. Este año que viene está hecho con el material del que se ha ido.

La principal responsabilidad es de los que han tomado las decisiones públicas, manejado presupuestos, representado gobiernos, hecho leyes, declarado guerras, disparado un arma contra otro y de un mexicano que haya matado un mexicano disputándose un país de brumas y confusiones.

Si ya son más de 30 mil muertos, ¿cuántas viudas, huérfanos, asesinos, cómplices, parientes, barrios y comunidades han visto la sangre? ¿Cuántos disparos de bala, metralla, granadas, cañones se han hecho en este 2010? ¿Esa fue la fiesta de la Independencia y la Revolución? Pues en el caso de los 200 años, la pólvora gastada se ha superado en mucho y la de hace 100 no estaríamos tan lejos de igualar.

La perspectiva es negra y la violencia ya tiene establecido un cerco sobre la capital. Así fue en la Independencia y la Revolución. Todo empezó en pequeños pueblos o ciudades lejanas y se fue acercando, pero el objetivo militar máximo siempre fue la capital. Miguel Hidalgo, se dice, cometió el gran error militar de no tomar la capital, y en la Revolución, los primeros brotes en Cuchillo Parado, Chihuahua y Puebla anunciaron a los capitalinos lo que vendría, dándoles tres años más de tranquilidad a las buenas conciencias de que todo era en las lejanas provincias.

Hoy la violencia ronda la capital, donde se reserva la estabilidad política y donde se vive una paz precaria, pero al fin y al cabo paz, frente a lo que sucede en otras partes. Frente a este cerco que se cierra, los que hacen política dentro de las instituciones poco ayudan, pero también se contaminan y hacen de los balazos provincianos, discursos encendidos, fiestas fastuosas, obras faraónicas, desfiles triunfantes, fuegos artificiales, fies- tas para enseñar al mundo que aún somos un país pacífico y viable.

¿Qué queda para 2011 y que ya perdimos en 2010? Queda muy poco. La estabilidad depende en gran medida de lo que sucede en el Distrito Federal, convertido en la gran retaguardia de la compulsa social y la violencia que se vive en casi todas partes del país. La percepción nacional sobre la inseguridad se generaliza y los combates, masacres, crímenes de odio, balaceras, víctimas colaterales, secuestros con final feliz, escenografías, capos baleados y presentados con escarnio, capos muertos no presentados y capos muertos desaparecidos (en ese orden) dejan una estela de dudas sobre la actuación de los defensores de las instituciones y la República.

De los desaparecidos en los años 70-80 las cifras hoy ascienden a cientos más, sin más datos que una foto, una huella en una fosa común, pero hay instancias de derechos humanos que dicen que eso no les corresponde, porque son desaparecidos políticamente incorrectos. Hoy, familiares y gobiernos centroamericanos se movilizan frente a las desapariciones de sus connacionales luego de haber sido desaparecidos o ejecutados en suelo mexicano, como si los Rangers de Arizona o Texas pagaran a la migra mexicana por cada cuero cabelludo de centroamericano, pues hoy se levanta de nuevo el grito racista de ¡el buen migrante es el migrante muerto!

Este 2011 será crucial para la estabilidad de la capital y, por tanto, del país. De pasar en el Distrito Federal lo que en los estados marcados por la gran violencia (casi todos) y extenderse hasta aquí con los altos niveles de concentración urbana y vulnerabilidad, la gobernabilidad podría estallar de manera mucho más acelerada que la que hemos visto en los otros estados del país.

Aunque el pronóstico presidencial es que habrá mejoría en 2011, esto no dice mucho. Ya se sabe que 1910 no era particularmente un año de crisis y, por tanto, un relativo repunte de la macroeconomía, no será determinante para inhibir el desenvolvimiento de la violencia, que constituye ya el gran fenómeno de la década en México y lo que nos marca frente al mundo, pese a su carácter de baja intensidad que maneja la propaganda gubernamental.

La clase política, frente a la violencia sórdida, la caza de migrantes, las desapariciones masivas, piensa repartirse el poder político pacíficamente entre 2011 y 2012.

Esta espiral de violencia no puede ser detenida con elecciones. Los procesos electorales ya no tienen tampoco credibilidad para elegir gobernantes surgidos de un sistema de partidos acotado e igualmente descompuesto.

A 10 años de que se pensó en una transición a la democracia, la violencia no sólo acompaña, sino crece. No es sólo ya un asunto de bandas entre ellas y de las fuerzas de seguridad gubernamentales contra todas ellas, sino de una violencia confusa, con rasgos de limpieza social, paramilitarismo, cuya organización ha surgido de la misma descomposición de las fuerzas de seguridad del Estado y cuyo origen es de décadas.

Todo eso apunta a la ciudad de México en 2011; a esa gran señora apetecida y temida, donde caen imperios y surgen palacios; donde conviven las raíces de nuestros males y grandes sueños nacionales.