Opinión
Ver día anteriorJueves 8 de diciembre de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Decisiones en Europa
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oy se inicia una cumbre de gobernantes europeos que pudiera ser una de las últimas oportunidades para resolver la crisis de deuda soberana que ha cuestionado la viabilidad de la moneda única, el euro, y, con ello, las perspectivas futuras de la economía global. Los gobiernos de derechas de Alemania y Francia llegaron a un acuerdo previo y bilateral que piensan que podría salvar al euro y resolver definitivamente la crisis. Este acuerdo será discutido en esta cumbre y, en caso de acordarse, se pretende que empiece a funcionar en la próxima primavera.

La propuesta franco-alemana establece cinco decisiones centrales: uno) nunca volverá a haber en Europa una situación en la que los bancos acreedores de gobiernos tengan que aceptar una quita en el valor de sus tenencias de bonos gubernamentales, es decir, los bancos no perderán un centavo por sus créditos a gobiernos; dos) se mantiene la autonomía del Banco Central Europeo (BCE) y, en consecuencia, su propósito único de lograr la estabilidad de precios; tres) se crea el consejo de presidentes de gobierno y jefes de Estado, que será el órgano de gobierno de la zona euro, lo que significa que la Comisión Europea deja de tener importancia; cuatro) se fija como regla de oro el déficit fiscal de 3 por ciento, que deberá llevarse a las constituciones nacionales, y que, en caso de rebasarse, ameritará sanciones automáticas del Tribunal de Justicia europeo; cinco) el mecanismo de estabilidad financiera adelanta su inicio de operaciones de 2013 a 2012, de modo que los recursos para enfrentar dificultades próximas podrán utilizarse antes.

Los propósitos de esta propuesta son claros: asegurar que los bancos se mantendrán como empresas solventes y convencer a los mercados, precisamente a los grandes inversionistas globales que los gobiernos pagarán su deuda. Las consecuencias económicas y sociales también son claras: los gobiernos europeos, aunque probablemente serán sólo los de la zona euro, tendrán que ajustar severamente sus finanzas para cumplir la regla de oro, reducirán el gasto social y aumentarán los impuestos, lo que afectará la actividad económica sensiblemente. Las poblaciones respectivas serán castigadas por excesos financieros de los que no son responsables, exacerbando la desigual distribución de los costos del ajuste.

La propuesta ha sido recibida con reservas. Ch. Lagarde, la directora general del FMI, ha advertido que es insuficiente. Se requerirán acciones adicionales que detengan drásticamente la especulación respecto del valor de mercado de las obligaciones emitidas por gobiernos europeos. Para resolver esto será necesario replantear el papel del BCE. Se tendrá que aceptar que el mandato único del banco central de la zona euro, piedra de toque de la determinación alemana, ha permitido que se cometan errores importantes que han afectado la situación de las finanzas de muchos gobiernos europeos.

La famosa decisión de aumentar la tasa europea de 4 a 4.25 a mediados de 2008, cuando los otros grandes bancos centrales la reducían aceleradamente, tuvo un impacto muy fuerte en el costo de la deuda que tomaron los gobiernos europeos para enfrentar las consecuencias de la quiebra de Lehman Brothers. Hace unos meses, de nuevo mientras la Fed, el Banco de Japón y el del Reino Unido mantenían sus tasas cerca del cero el BCE las aumentó dos veces ante riesgos inflacionarios, llevándolas a 1.5 por ciento.

Mantener como objetivo único de un banco central la lucha contra la inflación, piedra angular de la economía ortodoxa, resulta inadecuado. Este es el planteo de un grupo de conocidos economistas, entre los que están Eichengreen, Ito, Pisany-Ferry, Rajan, Reinhart, Rodrik, Rogoff, el chino Yongding Yu, entre otros, constituidos en un Comité sobre Economía Internacional y Reformas Políticas, auspiciado por Brokings Institution, en su informe Repensando la banca central. Las consideraciones expuestas en este informe, por cierto, valen también para nuestro banco central que en la crisis ha mantenido su postura ortodoxa sin importar los costos en el empleo y el crecimiento.

Así las cosas, los gobernantes europeos dirigen esa zona hacia el abandono de los principios solidarios e incluyentes que la condujeran varias décadas. El costo social será enorme para ellos y para las perspectivas de un mundo global equitativo.