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Toros

En la duodécima corrida de la temporada se lidió otro encierro soso de San Isidro

Gran faena de salón a cargo del sobrado e inspirado francés Sebastián Castella

El Payo, esforzado y maltrecho, cortó una oreja por entregado volapié

El Zapata, sin suerte

 
Periódico La Jornada
Lunes 23 de enero de 2012, p. a46

No podían creer los especialistas franceses participantes en el fructífero segundo Coloquio Internacional La Fiesta de los Toros: un patrimonio inmaterial compartido, celebrado en Tlaxcala la semana pasada, que varios de los individuos más ricos del mundo patrocinan aquí una de las fiestas de toros más mediocres, y que en dos décadas habían reducido la tradición taurina de México a sucesión de dependencias, nostal- gias y banalización.

Les recordé que el surrealismo, invento cultural de Francia, rebasa la realidad para instalarse en una irracionalidad imaginativa, contraviniendo la lógica, la razón y la sensatez, y ponía este ejemplo: la ganadería que inauguró la actual temporada de la Plaza México, San Isidro, envió varios chivos para El Divo de Chiva, Enrique Ponce, que con su actitud ventajista provocó el enésimo escándalo por su sistemático abuso. Sin embargo, la empresa premió a San Isidro anunciándola en la doceava corrida, celebrada ayer.

Y la historia volvió a repetirse: cuatro ejemplares sosos y dos de la ilusión, cuya boyantía obligaba al toreo de salón, más uno de regalo, inutilizado en el primer tercio al clavar los pitones en la arena y dar una vuelta de campana, lo que modificó su promisorio estilo, no sin antes propinarle a Octavio García El Payo un fuerte golpe en la cadera derecha al intentar una tafallera en los medios al salir de toriles.

Lo verdaderamente memorable y lo único que justificó las expectativas del público que registró casi media entrada, fue la armoniosa y magistral faena que Sebastián Castella realizó con Habanero, segundo de la tarde, negro bragado y bien puesto de pitones, con 480 kilos –un toro, no su aproximación–, al que sujetó con dos medios capotazos con el reverso del percal para enseguida ejecutar suaves lances y cadenciosa revolera. El burel, con son y transmisión, recibió un puyazo y permitió que el banderillero de Castella, Francisco Chacón, saliera al tercio tras dejar dos vistosos pares.

Foto
El Payo fue levantado por Cuarentón, sexto de la tardeFoto Notimex

Cuando Sebastián se dirigía a brindar en los medios, el toro se le arrancó intempestivamente y el diestro, sin soltar montera ni ayudado, lo despidió despreocupado con un muletazo por alto, anticipando el soberbio y contundente trasteo que veríamos. Se trató de una faena por nota con ambas manos a un toro que si bien era claro en la embestida, exigía mando, colocación precisa y distancia justa al presentar la muleta para embarcarlo y ligarle las tandas, breves pero intensas, siempre rematadas con el de pecho.

Metidos el astado y el público en la poderosa y tersa muleta, el maestro de Beziers procedió entonces a ejecutar la castellina, suerte de su creación consistente en deshacerse del ayudado, plegar la muleta y tomada por el pico realizar tres derechazos no convencionales pero igual de templados. Como cobrara un espadazo que bastó, el agradecido público lo premió con las dos orejas.

El Payo ha perdido la claridad de ideas que lo caracterizaba, no así su valor y deseos de agradar no obstante la brevedad de sus series. Se hizo bolas con Airoso, su primero, que traía la oreja con alfileres, e intentó de todo con Cuarentón. Lo despachó de entregado volapié, saliendo del embroque desarmado y por los aires, pero la hombrada le valió la oreja.

No tuvo suerte el aguerrido Uriel Moreno El Zapata, que pechó con el peor lote, y salvo por las banderillas a su segundo, en otra tarde que no querrá recordar.