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Periódico La Jornada
Martes 5 de marzo de 2013, p. a12

¡Creí que no llegaba!, exclamó Lidia al arribar al centro de juegos y apuestas. De prisa tomó una silla y se sentó, saludó a los que estaban a su alrededor. Luego aventó su bolsa al asiento contiguo y sacó dinero: billetes de 200, 50 y 20 pesos. Aún no se había acomodado bien los anteojos cuando una vendedora se acercó a ella con planillas para el juego especial de 50 mil pesos. Ni siquiera lo pensó y compró una serie de seis cartones: 120 pesos.

Por ser un juego especial del Bingo, el costo del boleto es de 20 pesos. Generalmente vale 10, o al dos por uno, según el monto del premio mayor.

Lidia sabe perfectamente que las cantidades mayores se juegan alrededor de las tres de la tarde. Ese era el motivo de tanta prisa.

Desde el momento en que ingresa al centro de juegos y apuestas, el mundo exterior deja de existir. Las luces de neón de varios colores que iluminan las primeras salas y las que se desprenden de las máquinas logran, incluso, que las personas se olviden de la hora, más si es un día de suerte.

Desde la entrada del centro se observan filas y filas de maquinitas, en las que a cualquier hora hay jugadores, muchos adultos mayores. Algunos sólo van a pasar el rato, pero otros prácticamente no parpadean. Fijan la mirada en la pantalla para observar el movimiento de los números o figuras, que primero pasan con rapidez y luego se van deteniendo. En menos de 30 segundos se gana o se pierde, según el monto de su apuesta: 2.50 o 5 pesos mínimo. Así, el crédito puede subir o bajar.

Rumbo al yak

Al fondo de la sala hay una puerta: el acceso al salón de Bingo. Tiene decenas de mesas disponibles y gran número de meseros que ofrecen de beber o comer, de forma rápida y discreta. A la hora del juego los participantes se mantienen concentrados en sus planillas y atentos al que canta los números, así como a las pantallas en las que aparecen los dígitos conforme van saliendo, las cuales están por todos lados.

Asiste todo tipo de personas, aunque son más mujeres que hombres, en su mayoría adultos y adultos mayores. Algunos visten de traje, pues admiten que se escaparon un ratito del trabajo; otros han hecho de la asistencia al Bingo una forma de vida. Eso se nota en la familiaridad con la que los tratan los meseros, así como los encargados de vender las planillas y de pagar los premios.

Aquí no se permite conversar, porque no deja oír y desconcentra a los apostadores. Si acaso entre ronda y ronda se escucha algún comentario, y eso se debe a que en cada mesa se genera un ambiente de camaradería, aunque nadie se conozca.

Durante el juego, sin embargo, el silencio es absoluto, si acaso un murmullo de alguien que comparte con sus vecinos de juego los números que le faltan para ganar, esto es, gritar el ansiado yak, que anuncia al afortunado que completó los 15 números del cartón.

En una de esas rondas, en la mesa de Lidia y luego de más de 50 números cantados hay un señor a quien sólo le falta uno para ganar 50 mil pesos. Su emoción es inocultable. Lidia alcanza a escuchar que es el 45 y, como a ella le faltan al menos cinco en cada una de sus seis planillas, se solidariza con su vecino de juego y empieza a repetir 45, 45, 45. De pronto, en otro lugar del salón se escucha yak.

Será para la otra, dice Lidia decepcionada, mientras coloca los planillas inservibles en el centro de la mesa y se prepara para la siguiente.

Esta mujer, de unos 55 años de edad, reconoce que participar en juegos de azar se puede convertir en un vicio. Por eso hay que tener cuidado. Sin embargo, aclara que no es su caso, porque sólo asiste los martes, aunque luego admite: a veces también vengo los miércoles porque hay premios más altos. Sin embargo, los viernes se pone mejor, lamenta.

He ganado hasta cinco mil pesos y otras veces menos. Invierto de 200 a 300 pesos cada vez que vengo.

Lidia insiste en rechazar que tenga problemas con su forma de jugar. En cambio, se refiere a una mujer a la que identifica como La licenciada, quien, según dice, todos los días juega al Bingo en computadora, porque compra muchas planillas y apuesta grandes cantidades. En ese momento la aludida está al otro extremo de Lidia y, efectivamente, se ve que está concentrada en varias planillas, que el sistema electrónico le ayudará a completar y le avisará si ha ganado.

La licenciada, quien viste de traje sastre, ha ganado varias veces cantidades importantes, pero es que apuesta mucho dinero, expresa Lidia.