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Los tesoros de Iztacalco
A

l circular por la congestionada Calzada de la Viga, cuesta trabajo imaginar que hasta las primeras décadas del siglo XX era un ancho canal por el que se trasladaban hortalizas y flores, que se producían en los pueblos chinamperos: Xochimilco, Tlahuac y Santa Anita, entre otros. Por ser una vía rápida y económica, se movían por ella un sinfín de mercancías: vigas, cacao, madera, vacas, azúcar, tezontle, chiluca, café, pulque, miel, mantas, carbón, granos y muchas más. Adicionalmente era uno de los paseos favoritos de los capitalinos, particularmente en el viernes de Dolores.

Una vieja crónica cuenta: A hora temprana toda la ciudad se trasladaba a los embarcaderos, en donde alquilaban canoas y trajineras que, adornadas con amapolas, apios, tules y claveles, servían para pasear a lo largo del canal hasta llegar a La Viga o Santa Anita...los romeros cantaban y bailaban dentro de las canoas, en las que eran servidos tamales, atoles, enchiladas y cuanto antojo conoce la ciencia culinaria mexicana.

Paralela al canal corría una calzada de tierra bordeada de frondosos árboles. Por ahí transitaban personas a caballo, en carruajes, algunos lujosos otros modestos, y muchas personas a pie. Por el canal circuló un barco de vapor, en el que pasearon en su momento distintos presidentes: José Joaquín de Herrera, que lo inauguró en 1850, Santa Anna, Benito Juárez y Porfirio Díaz.

A un lado de la Calzada de la Viga se encuentra Iztacalco, donde hace cerca de 70 años todavía existían chinampas. Ese prodigio ecológico que dio sustento en la época prehispánica a la numerosa población que creó importantes ciudades en los alrededores de los lagos, los cuales constituyen ahora el suelo de la capital, que ha crecido desmesuradamente sobre sus zonas agrícolas.

Acompañada de una de sus cronistas, María Eugenia Fernández Álvarez, descubrimos como en el trazo de las calles se advierte con claridad el de los canales de agua que lo cruzaban. Aunque perdió su característica lacustre, conserva en sus ocho pueblos y varios barrios, primorosos templos y capillas que levantaron los franciscanos en el siglo XVI. En el de la Santa Cruz se resguarda un bellísimo retablo churrigueresco y dos figuras magníficas de Cristo hechas de pasta de caña de maiz. Esta capilla se considera el inmueble original más antiguo y lo custodia amorosamente el mayordomo.

El primer libro de la vicaría data de 1662 y registra ocho diminutos barrios periféricos. El padrón menciona que en 1848, 96 por ciento de los habitantes eran hortelanos o chinamperos. En el pueblo de Santa Anita, su parroquia resguarda otro bello retablo y el pequeño convento bajo la advocación de San Matías, luce una preciosa portada barroca.

Iztacalco ha conservado en sus barrios la artesanía de las portadas con las que adornan durante los distintos festejos. Las hacen de flores naturales y de diversos materiales, como juguetes miniatura, jarritos, semillas, moños de hoja de maíz (totomoxtle). Aquí se continúa celebrando el Martes de Pascua, la festividad con la que se clausura la Semana Santa y durante el Jubileo de San Matías, en el atrio se pueden admirar más de 10 portadas que compiten entre si en belleza y maestría. Otra artesanía es la de las ceras escamadas, esas velas con flores y figuras variadas primorosamente elaboradas a mano, que en ocasiones son verdaderas filigranas.

Esta es una probadita de todo lo que hay que ver en Iztacalco. El jueves 6 de junio a las 19:30 horas, comienza en Canal 11, la serie Crónicas y relatos de México, en la cual veremos con imágenes muchas de las cosas que aquí describimos con palabras. Se repite los domingos a las 18:30.

Y ya nos dio hambre. Para no alejarnos del rumbo, en la esquina de la Calzada de la Viga y la calle de Recreo, desde hace décadas se instalan puestos que venden unas suculentas tortas de pierna, con todo los aditamentos que debe tener una torta de prosapia. Por algo es uno de los sitios favoritos de los iztacalquenses.