Para celebrar el centenario de Marguerite Duras (1914-1996), el diario francés Libération lanzó un libro con los mejores artículos, crónicas, entrevistas y reportajes que la autora realizó para ese periódico durante los años 80.

Aunque ella no trabajaba para ese rotativo, pues amaba experimentar en otros medios, entre Libération y la escritora existía una familiaridad sin duda más fuerte que con otros, explica el diario.

El amor, el sexo y la muerte, pero sobre todo la soledad, son temas recurrentes en la obra de Duras, quien recibe en Francia este viernes diversos homenajes, que van desde mesas de análisis y lecturas de su obra hasta la proyección de películas como Hiroshima mon amour.

En México, Sofía G. Buzali acaba de publicar el libro Marguerite: intensidad y dolor de una vida (Editorial Lumen) del cual publicamos un adelanto en estas páginas.

Además, la representación cultural de la embajada de Francia también tiene preparada una semana de actividades en honor de Duras, en Buenos Aires, Argentina, donde celebrarán el centenario de la autora y los 30 años de la publicación de su máximo éxito editorial: El amante, informa Notimex.

Marguerite Donnadieu, mejor conocida como Marguerite Duras, nació el 4 de abril de 1914, en la antigua Indochina francesa, actualmente Vietnam, en el seno de un hogar pobre, del que se hizo cargo su madre, pues su padre falleció cuando la escritora tenía tres años.

En 1985 publicó el relato autobiográfico El dolor, que fue escrito en 1945 y los siguientes años Duras los dedicó a la escritura de su última novela La lluvia de verano, lanzada en 1990.

Su famosa novela con tintes biográficos, El amante, fue llevada al cine de la mano de Jean-Jacques Anaud, en 1992.

Cuatro años más tarde, el 3 de marzo de 1996, Marguerite Duras, quien ya tenía problemas con el alcohol, murió a consecuencia de un cáncer de garganta.

En uno de sus magistrales libros, Escribir, la autora dice: “Un escritor es algo extraño. Es una contradicción y también un sinsentido. Escribir también es no hablar. Es callarse. Es aullar sin ruido. Un escritor es algo que descansa, con frecuencia, escucha mucho. No habla mucho porque es imposible hablar a alguien de un libro que se ha escrito y sobre todo de un libro que se está escribiendo. Es imposible. Es lo contrario del cine, lo contrario del teatro y otros espectáculos. Es lo contrario de todas las lecturas. Es lo más difícil. Es lo peor. Porque un libro es lo desconocido, es la noche, es cerrado, eso es. El libro avanza, crece, avanza hacia su propio destino y el de su autor, anonadado por su publicación: su separación, la separación del libro, como el último hijo, siempre al más amado. Un libro abierto también es la noche.

Estas palabras que acabo de pronunciar me hacen llorar, no sé por qué.