Opinión
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México SA

Crece dependencia alimentaria

Autosuficiencia, más nos vale

¿Do está el sobrado potencial?

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reinta y cuatro años atrás, el gobierno mexicano pugnaba –así fuera en el discurso– por la autosuficiencia alimentaria, fundada no sólo en razones económicas y de justicia social, sino especialmente de soberanía, toda vez que los alimentos se usarán cada vez más como elementos estratégicos de negociación y aun de presión. Por ello, decía, no podemos someternos a las veleidades de la oferta externa y si vamos a ser potencia energética, más nos vale, por lo menos, ser autosuficientes en dicho renglón.

Pasaron los años, se modernizó el gobierno, se firmó el TLCAN, y aquel sueño terminó en tragedia, amén de que terminó en el cesto de la basura una de las tesis del Sistema Alimentario Mexicano (SAM): México, a diferencia de la mayoría de los países del tercer mundo, tiene sobrado potencial para ser autosuficiente en alimentos básicos, sobre todo cereales y oleaginosas, sin penalizar la producción de otros bienes. Se trataba, pues, de atender a las mayorías empobrecidas de México.

Pero se procedió en riguroso sentido contrario, y a estas alturas la advertencia es terrorífica: la dependencia alimentaria de México ha aumentado de manera alarmante, derivada del abandono al campo, la insuficiente producción nacional, y que el mercado lo concentran las grandes empresas, que han desplazado a las unidades familiares no rentables para la banca, informó la Unidad de Evaluación y Control (UEC) de la Cámara de Diputados (La Jornada, Enrique Méndez y Susana González).

Año tras año, y no de forma silenciosa, se incrementa la compra de productos básicos en el extranjero, con una permanente salida de divisas, y en este sentido la UEC agrega un dato espeluznante: la importación de alimentos básicos está por encima de lo que recomienda la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), que es de 25 por ciento. En México, la compra de alimentos básicos del exterior es de 45 por ciento de lo que se consume. Prácticamente la mitad de lo mucho o poco que, según sea el caso, comen los mexicanos proviene de afuera.

La información oficial revela que desde la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (primero de enero de 1994), México ha importado alimentos por alrededor de 250 mil millones de dólares, mientras el campo mexicano se mantiene en el olvido. Tan sólo en 2013 se destinaron 23 mil 600 millones de dólares para tal fin, y el 80 por ciento de los alimentos importados provinieron de Estados Unidos.

La FAO ha catalogado a México entre los países importadores netos de alimentos básicos (número uno en América Latina), pero el gobierno mexicano intenta defenderse, pues presume que también exporta cantidades industriales. Recientemente, el propio Enrique Peña Nieto presumió que el nuestro se ubica entre los 15 países que producen más alimentos y ocupa el número 13 en exportación de productos agrícolas, mismos que llegan a un mercado de más de mil millones de consumidores en 45 naciones distintas.

Eso dijo, pero ¿qué exporta? Mayoritariamente (65 por ciento del total) hortalizas, plantas, raíces y tubérculos; frutas y frutos comestibles, y bebidas y vinagre. Y ¿qué importa?: cereales (maíz en primer lugar), carnes y despojos comestibles; leche, lácteos, huevo y miel; semillas y frutos oleaginosos; frutos diversos y grasas animales o vegetales (65 por ciento del total). Entonces, se puede hacer un esfuerzo y no comer lechuga (pobre en calorías), pero no es posible dejar de comer cereales y productos cárnicos, que son los que se importan. Queda claro, por si hubiera duda, que el gobierno mexicano es especialista en romper espejos para que no se refleje la realidad.

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Corte de brócoli en MichoacánFoto José Núñez

En fin, la dependencia alimentaria crece a paso veloz, se incrementa el número de mexicanos sin acceso pleno a los alimentos, el campo es una enorme fábrica de pobres y nadie ha movido un dedo para darle un giro a esta delicadísima situación. Y no se trata de algo surgido de la noche a la mañana, sino de un gravísimo problema que a lo largo de los años se ha hecho más grande, en especial a partir del TLCAN. Retomo una numeralia publicada en este espacio meses atrás para recordar de qué se trata:

Dos décadas atrás México importaba el 10 por ciento de los alimentos; actualmente, cerca de 50 por ciento. En 20 años alrededor de 250 mil millones de dólares se erogaron para importar alimentos. En 1994 (inicio del TLCAN) México importó alrededor de mil 800 millones de dólares en alimentos; a estas alturas cerca de 24 mil millones anuales; el aumento entre una fecha y otra es de mil 300 por ciento. El año previo al arranque de dicho tratado por la importación de maíz se pagaron casi 70 millones de dólares. En 2012, sólo por la compra de ese grano se erogaron más de 3 mil 200 millones, 4 mil 500 por ciento más.

De acuerdo con la información del Inegi, sólo en el sexenio de Felipe Calderón se erogaron más de 13 mil millones de dólares por importación de maíz, 177 por ciento más con respecto al gasto que por igual concepto se realizó en tiempos de Vicente Fox (4 mil 700 millones) y 251 por ciento por arriba de lo registrado con Ernesto Zedillo (3 mil 700 millones). En el primer año del TLC –1994, con Salinas de Gortari aún en Los Pinos– se importó maíz por 370 millones de billetes verdes, 35 veces menos que con Calderón.

A estas alturas México importa 75 por ciento del arroz que consume; 30 del maíz y 42 por ciento del trigo. De 1990 a 2010 la importación de carne en canal bovino se incrementó casi 300 por ciento y más de mil por ciento la de aves. En 2010, comparado con 2009, México importó cinco veces más carne respecto de la que exportó; seis tantos de leche, lácteos, huevo y miel; 12 veces de cereales; 3.6 veces de productos de molinería; 30 veces de semillas, frutos oleaginosos y frutos diversos; nueve veces de grasas animales o vegetales, y tres veces de preparaciones de carne y animales acuáticos, y así por el estilo.

En pocas palabras, México importa de forma creciente muchos de los alimentos que años atrás, y antes del TLCAN, producía en su propio territorio. La dependencia aumenta, al igual que el costo –no sólo el económico– y nadie mueve un dedo para comenzar la reconstrucción.

Las rebanadas del pastel

Sólo la magia de Gabriel García Márquez logró el vínculo perfecto: Mozart y vallenato.

Twitter: @cafevega