Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 13 de julio de 2014 Num: 1010

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

La palabra de
Yásnaya, activista mixe

Ana Paula Pintado

Antropología, contracultura y rock
Miguel Ángel Adame Cerón

La música, el oído
y el silencio

Armando G. Tejeda entrevista
con Ramón Andrés

Rock, literatura
y experiencia

Xabier F. Coronado

Arnaldo Córdova y
La ideología de la Revolución mexicana

Carlos Martínez Assad

Cien mujeres contra
la violencia de género

Esther Andradi

Columnas:
Galería
Ricardo Guzmán Wolffer
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles
Cinexcusas
Luis Tovar


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La Jornada Semanal

 

Ricardo Guzmán Wolffer

Shikibu y la delicadeza como forma de vida

Marguerite Yourcenar dice que es la mejor novela de todos los tiempos y todas las lenguas: la amplia Novela de Genji, de la japonesa Murasaki Shikibu (siglo X), habla de varios temas aún vigentes.

Aunque la autora perteneció a la aristocracia y sus principales personajes son nobles de primera categoría (ella era de “segunda”), las andanzas amorosas y sexuales del príncipe Genji se leen en varios niveles. Desde la anticipación freudiana –se establecen las ausencias infantiles como generadoras de preferencias en la juventud y madurez–, hasta la necesidad de hablar en poemas, para establecer el máximo grado de refinamiento entre los nobles del período Heian, siempre aconsejados, y muchas veces dirigidos, por el clan Fujiwara, al cual pertenecieron Murasaki y su esposo. También se advierten las influencias religiosas y fantásticas (duendes, animales mágicos, brujas, etcétera), muchas provenientes de China (como siglos después continuaría mostrando el Nobel Mo Yan). Incluso la novela puede ser vista como un tratado de filosofía: el príncipe reflexiona sobre la transitoriedad de la vida y la repetición de las situaciones en la distancia y el tiempo:  “basta con que me sea dado contemplar las flores de una nueva primavera para que me aferre a la realidad visible, por más que sepa que es sólo un sueño volátil”. En la tradición budista de la época, el karma es la materialización de los errores cometidos en una vida y su mala influencia en las reencarnaciones sucesivas: Genji comete atrocidades a granel. Incluso en la época, sus andanzas eran mal vistas.


Ilustración de Masao Ebina

Genji es un extraño esclavo de su fascinación por las mujeres. Es más una víctima de tal compulsión del Eros (como el protagonista de El hombre que amaba a las mujeres, de Truffaut, quien fallece siguiendo las últimas piernas que se le paran enfrente) que un Casanova, pero el tiempo todo lo cura. Bueno, casi. De ahí parte del éxito de esta amplia novela: la figura del pecador redimido es un atractivo en todas las épocas. A pesar del refinamiento de los estudiados poemas que suelta a sus muchas conquistas, no se detiene ante la edad o la posición social. Es capaz de pasar peligros mortales para conseguir a las mujeres. Los abusos de Genji marcan a sus víctimas: posee violentamente a su hija adoptiva y la marca de por vida con una ilusión de incesto que le impide ser madre. La constante de la novela, y de la época, era el refinamiento en el vestir, en el perfume, en el uso de la lengua china para elegancia del japonés al escribir, y, claro, en los poemas: para hablar de la violación a la menor de edad con quien ha estado por años, dice: “Hemos pasado muchas noches/ como dos hermanos./ Tarde o temprano/ tenía que llegar el momento.” Uno de los atributos de la narración de Shikibu es la falta de adjetivos como narrador: apenas califica las acciones, sólo las describe.

Genji podría ser considerado hoy como misógino: “las mujeres inteligentes suelen ser complicadas, y, siempre a punto de mostrarse celosas, obligan a los hombres a estar perpetuamente en guardia”. Luego de escuchar a Una No Kami hablar sobre las distintas clases de mujeres que llegan a la Corte y cuál es conveniente para esposa, o amante, o consejera, Genji contesta: “¿No sería mejor olvidar las categorías y cortejar muchachas capaces de aportar buenas dotes?”

La paradoja del personaje es que el deseo desbordado nunca se sacia. No importa cuántas mujeres consiga, siempre querrá más. Y en esa necesidad apremiante no hay reposo ni alegría. Apenas un instante de satisfacción para respirar al impulso siguiente. Favorecido por el soberano debido a su belleza y aptitudes, desde pequeño su paso por la Corte es visto con asombro, pero también como señal de males venideros. “El emperador volvió a asustarse: ¿cuánto tiempo permanecería en la tierra aquel prodigio?”

La novela ha dado pie a varias películas y novelas gráficas. La Novela de Genji es un relato de largo aliento que destila situaciones contrastantes: ante el inaudito atrevimiento de Genji las damas reaccionan halagadas, pero terminan por sufrir. Él se despide: “¡Tan pocas han sido las noches compartidas,/ tan pocos los sueños!/ ¡Ojalá el de esta noche/ se me llevara para siempre.” Luego llora. Ella se compadece: “Si yo desapareciese/ con el último de tus sueños,/ ¿acaso no dejaría en el mundo/ un nombre infame?”

Borges decía de esta obra magna que no es mejor o más intensa que Cervantes, “pero sí más compleja y la civilización que denota es más delicada”.