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Toros

En la segunda corrida y primera parchada del serial, dos buenos toros de La Estancia

Por faena entre altibajos, Sebastián Castella recibe premio excesivo

Guillermo Capetillo se despide de los ruedos sin Las Golondrinas

Diego Silveti, empeñoso

Foto
El torero francés Sebastián Castella se tardó en encontrarle la distancia a su primer toro y pese a lo defectuoso de la estocada recibió dos orejas la tarde de ayer en la Plaza México. Imagen de archivoFoto Cuartoscuro
 
Periódico La Jornada
Lunes 3 de noviembre de 2014, p. a43

En la segunda corrida y primera parchada de la temporada 2014-2015 en la Plaza México se lidiaron tres toros de La Estancia, parejos de presentación (dos nobles, con trasmisión y recorrido por ambos lados, recibiendo el segundo arrastre lento, y el tercero dejándose por el derecho) y tres de San Isidro (mansos, deslucidos y débiles, el segundo con un buen lado izquierdo y el tercero sin un pase). Guillermo Capetillo: dos pinchazos y estocada caída (pitos) y pinchazo, tres cuartos traseros, dos descabellos y aviso (rechifla). Sebastián Castella, quien sustituía a José María Manzanares: pinchazo y entera (palmas) y estocada trasera (dos orejas). Diego Silveti: dos pinchazos y casi entera caída (silencio) y cuatro pinchazos y descabello (palmitas). Tarde fresca con algo de viento y poco más de un cuarto de entrada. Saludaron en el tercio los banderilleros José Chacón, de la cuadrilla de Castella, y Christian Sánchez, de la de Silveti.

Sólo el Cecetla (Centro de Capacitación para Empresarios Taurinos de Lento Aprendizaje), con sede permanente en la Plaza México, se anima a dar estas desalmadas combinaciones como fórmula infalible para alejar al público: un veterano torero, hace años prácticamente retirado, de refinado estilo y modesta trayectoria; un diestro francés en plenitud, con triunfos y abusos en este escenario, y un joven con una tauromaquia en lento proceso de maduración, para enfrentar un encierro parchado.

Luego de un reconocimiento por parte de la fantasmal Unión Mexicana de Toreros al doctor Rafael Vázquez Bayod, jefe de los servicios médicos de la Plaza México, hicieron el paseíllo Guillermo Capetillo, con 56 años de edad, 37 de alternativa y ninguna corrida toreada este 2014; Sebastián Castella, 31 años, 14 de matador y este año 42 corridas en España, tres en México y otras más en Francia y Sudamérica, y Diego Silveti, 29 años, tres de alternativa y 29 tardes, 19 en México y 10 en España, en su segunda tarde consecutiva.

Al maestro Mariano Ramos, primera figura de trayectoria internacional, la antojadiza empresa nunca le quiso dar una corrida de despedida acorde a su rango, pero por ignotos motivos a Guillermo Capetillo sí. Con su primero, de La Estancia, ese capote tan breve como mágico dejó en el ruedo unas bellas verónicas y precisa media. El toro recargó en una vara y llegó a la muleta claro y fijo, pero la notable falta de sitio de Guillermo impidió aprovechar esas cualidades. Y con su segundo, de San Isidro, deslucido y sin recorrido, que se atrevió a brindar al público, la cosa estuvo peor. Pero qué necesidad, como diría Juanga.

Sebastián Castella recibió eléctrico y despegado a su primero de San Isidro, que tras el puyazo permitió algunos derechazos mandones y algún adorno. Con Miel de penca, de La Estancia, que empujó en el caballo y llegó alegre y noble al último tercio, Castella, quinto lugar en el escalafón español, inició con bellos muletazos en el mismo sitio con la rodilla izquierda flexionada. Se tardó en encontrarle la distancia por el derecho y ligó con más temple los naturales. No obstante su escaso toreo de capa y lo defectuoso de la estocada, el juez soltó expedito las dos orejas, en esas premiaciones aldeanas típicas de la nueva Plaza México.

Diego Silveti sigue batallando en este escenario. A su primero de San Isidro le dio dos lucidos lances a pies juntos con el reverso del capote. El astado manseó en la vara, pero en la muleta dejó ver un lado izquierdo que requería mando y ligazón, no minitandas. Con el que cerró plaza, de La Estancia, comodito de cuerna, Diego tras el puyazo se echó el capote a la espalda y ejecutó gaoneras de compás abierto, ceñidos muletazos por alto y aislados derechazos, pues se empeñó en sacarlo de tablas a los medios, empleó demasiados preámbulos al iniciar cada tanda y en vez de cazarlo se empeñó en asegurar la estocada, sin resultados.