Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 8 de marzo de 2015 Num: 1044

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

El cuento de
Amaramara

José Ángel Leyva

Sexo y literatura
Jorge Bustamante García

Yo a usted la amé...
Alexandr Pushkin

Clanes y caudillos
en la Revolución

Sergio Gómez Montero

Bei Dao, una isla
sin mar

Radina Dimitrova

Poemas
Bei Dao

Hermann Nitsch
en México

Ingrid Suckaer

Leer

Columnas:
Tomar la Palabra
Agustín Ramos
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Prosaismos
Orlando Ortiz
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
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La Jornada Semanal

 

Las mujeres como centro

Ricardo Guzmán Wolffer


Los cautiverios de las mujeres,
Marcela Lagarde y de los Ríos,
Siglo XXI/UNAM,
México, 2014.

Bastaría mencionar que esta tesis de doctorado ha alcanzado cinco ediciones en la unam, y que luego Siglo XXI la reeditó con el propósito de distribuirla fuera del circuito universitario, para evidenciar su importancia. La discusión sobre cómo abordar la antropología, si es valido o necesario disociarla por géneros, sigue siendo punto de partida. La autora avisa que lo hará y lo valida bajo el argumento genérico y evidente de que la vivencia particular ante la historia se traduce en apropiarse del entorno: el ente histórico individual apenas tiene al alcance la complejidad histórica. Abordar esta visión con el supuesto del observador femenino, no debiera ser en sí mismo obstáculo para el estudio antropológico.

La obra, tras proponer esta visión femenina, inicia un largo viaje temático: la opresión partriarcal y de clase; el trabajo; los cautiverios; la sexualidad; violencia y poder; la subjetividad; las madresposas; las monjas; las putas; las presas; las locas; y luego las conclusiones, donde muchas podrían ser un punto de partida para nuevos trabajos, como sucede con el sustento marxista para establecer equiparaciones entre la maternidad y la segregación, ya sea por razones físicas o por efectos laborales: la procreación como parteaguas histórico derivado de las técnicas reproductivas fuera de la mujer y sus derivaciones legales, que permiten a las madres evitar el embarazo y el parto. O la muy discutida forma de control en que se traduce la “necesidad social” de que las mujeres remedien su “incompletud” con la familia (padres, hijos, cónyuge, casa) o con una causa.

Si las mujeres son mayoría social, ¿cuál será la causa de que sean minoría política? En grupos como el judicial, donde hay más juzgadores titulares que juzgadoras titulares, no se plantea la discusión para establecer si en los concursos que deben aprobar para obtener el grado de juez participan igual número de sustentantes por género y cómo aprueban esos concursos. ¿Cuál es el costo personal para las juzgadoras que deben atender el tribunal de tiempo completo, frente a los hombres con igual función? ¿Eso permite exigir, por ejemplo, igual número de mujeres en la Suprema Corte o en los juzgados del fuero común?

Al abordar La Sagrada Familia, donde la autora precisa las condiciones aislantes de la mujer en la divinidad patriarcal, cabría añadir el fenómeno nacional del fervor guadalupano para evidenciar que ese suceso mundial derivado de la religión mayoritaria nacional, tiene sus peculiaridades en un país donde cada 12 de diciembre se lleva mariachi a las iglesias católicas o donde la Santa Muerte irrumpe frente a religiones con siglos de historia y arraigo.

Este es un trabajo de amplio aliento, donde la visión de género apenas es una forma de establecer que la especificidad no está peleada con lo genérico, que lo micro siempre incluye lo macro: sobre todo, es una invitación a discutir sobre los temas cotidianos bajo una mentalidad de conciencia a compartir.


Ondas de vigencia inesperada

Antonio Soria


En la ruta de la onda,
Parménides García Saldaña,
Jus,
México, 2014.

Nada más que treinta y ocho años tenía Parménides cuando, de acuerdo al mismo tiempo con la opinión de quienes lo conocieron y con la leyenda de inmediato suscitada, sus muchos y consuetudinariamente cultivados excesos lo condujeron hasta la nave de Caronte, antes de lo cual tuvo el tiempo, la capacidad de trabajo y, sobre todo, el talento para dejar un puñado de libros, repartidos entre narrativa, poesía y ensayo, así como una cifra todavía no determinada de artículos periodísticos y textos varios –se cuenta la coescritura de un guión cinematográfico al menos–, escritos en las décadas de los años sesenta y setenta del siglo pasado.

Cualquier lector mexicano medianamente acucioso sabe de la existencia –que los haya leído es distinto cantar– de la novela Pasto verde y el poemario Mediodía, por citar nada más que dos. De igual manera debe sonarle el título de este conjunto de seis ensayos, que García Saldaña decidió agrupar bajo el término conceptual “de la onda”, haciéndose inmediato eco de la denominación acuñada por Margo Glantz desde aquellos tiempos en los que José Agustín, Gustavo Sáinz y el propio Parménides, entre otros pocos, dieron a propios y extraños la diáfana impresión de ser –a causa de temáticas y estilos muy característicos, asaz diferentes a lo que publicaba la generalidad de autores en la época– protagonistas de un movimiento literario así conocido precisamente: “literatura de la onda” y del cual, también desde entonces, Agustín no se ha cansado de declarar que no hubo tal o que, en cualquier caso, él no conformó.

Pero García Saldaña sí, con toda la voz o, mejor dicho, con todas las páginas, como se constata en este ensayario que vio la luz de imprenta por primera vez bajo el sello editorial Diógenes, hace la pequeña friolera de cuarenta y un años o, lo que es lo mismo, tres más de los que alcanzó a cumplir su autor, ido del mundo hace treinta y tres.

Vaya la insistencia en la cuenta de los ciclos solares transcurridos para destacar la causa principal –otra, igual de válida, sería el acto de honrar con la memoria– por la que Jus ha decidido reeditar esta ruta ondera: su vigencia o, todavía mejor definido, su frescura, puesto que si bien Parménides habla de las cosas de aquel, su tiempo, supo hacerlo con la suficiente perspectiva como para que –sin que por supuesto alcanzase a adivinarlo– un día de un año como hoy, cualquier lector pueda echar un ojo y enterarse de asuntos que desconoce y que en buena medida contribuyen a explicar la naturaleza de este presente, o de visitar los que conoce porque siguen existiendo, por cierto casi idénticos a como fueron hace unas décadas, pero desde un par de ojos de ironía perspicaz que no ha perdido ni un gramo de esa capacidad provocadora que hizo del autor de El rey criollo una voz intelectual siempre incómoda por punzante y, huelga mencionarlo, dura de asimilar por parte de las buenas conciencias –las de aquellos ayeres y de estos hoy, en la misma medida.

Compruébelo el lector, especialmente aquel que de buena fe sigue creyendo que ciertos autores contemporáneos están inventando alguna cosa o siendo muy osados en sus aproximaciones narrativas y ensayísticas: desde donde se halle ahora, si es que en algún sitio, García Saldaña no ha parado ni un segundo, ni una página, de darle la vuelta a más de uno.