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El actor puertorriqueño presentó Un día perfecto en el Festival de cine de Cannes

Hay que conservar el humor, incluso en la guerra, dice Benicio del Toro

Valía la pena rescatar la historia de unos trabajadores humanitarios en el conflicto bélico de los Balcanes, dice el actor

También fue a presentar el thriller Sicario, del director Denis Villeneuve

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Benicio del Toro y Claudia Cardinale llegan a la exhibición de la cinta Carol, de Todd HaynesFoto Reuters
Especial
Periódico La Jornada
Lunes 18 de mayo de 2015, p. a12

Cannes, Francia.

Aplausos y elogios recibió Un día perfecto, única película española presentada ayer en concurso en Cannes, en el contexto de la Quincena de Realizadores, sección paralela que se caracteriza por revelar nuevos talentos. Bajo la dirección de Fernando León de Aranoa, la cinta cuenta con un reparto internacional, liderado por el puertorriqueño Benicio del Toro.

El actor está en la Riviera francesa para defender también Sicario, thriller que involucra a uno de los cárteles de México, dirigido por el canadiense Denis Villeneuve.

Mambrú, su personaje en Un día perfecto, encabeza un grupo de trabajadores humanitarios de una ONG que intentan rescatar un cadáver de un pozo que podría envenenar la única fuente de agua potable en una región indefinida de los Balcanes, en el contexto del flicto bélico de 1995.

A partir de esta premisa, la película denuncia el absurdo de todas las guerras. Valía la pena resaltar el valor y el esfuerzo de estos trabajadores humanitarios, señala el actor en entrevista exclusiva.

La historia tiene como punto de partida el libro Dejarse llover, de Paola Farías, integrante de la ONG, y se enriquece con apuntes del propio director sobre sus vivencias en zonas de guerra.

–Estos trabajadores entregan sus vidas por la causa. ¿Cree que sea una especie de escape existencial?– se le pregunta

–Quizá para algunos sí, pero esto puede suceder con cualquier tipo de trabajo. Hay quienes satisfacen sus vidas contrabandeando drogas o dedicándose a las fiestas y al alcohol, pero ayudar a la gente cuya vida depende de ti, es fantástico en el lugar correcto. Tú estas allí salvando a personas que ni remotamente conoces, con entrega total. ¡Eso es un don!

–¿Se imagina usted haciendo eso en la vida real?

–Sí, podría pensarlo, pero no sé si sea apto. Se necesita una personalidad muy particular.

–La historia tiene su lado oscuro, pero con toques de humor. Sus diálogos son vibrantes y hacen reír, incluso en momentos muy emotivos.

–Es verdad. Es una historia sencilla, tratada con profundidad y sentido del humor.

Hay una dosis de humor, pero el fruto que lleva dentro, su esencia, es el horror de la guerra. Por eso hay que mantener siempre el balance. Sin humor sería muy duro sobrevivir a estas experiencias tan dolorosas. Se tiene que encontrarlo incluso en medio de la frustración, para seguir adelante. Sí, es trabajo, pero hay que reírse.

–¿Se trata de un reconocimiento a estos trabajadores humanitarios?

–En algún modo sí. Sus anécdotas son muy interesantes. Leemos sus libros, pero no vemos sus rostros ni conocemos sus nombres. Son muy entregados, con tanto desprendimiento, sin esperar nada a cambio. Es muy honorable lo que hacen. Es una pena que no haya más películas sobre este tema; pues son historias muy refrescantes. En cambio, nos bombardean con las de traficantes de drogas. Quizá lo heroico sea el simple hecho de estar en ese lugar, en medio de la guerra, aunque las cosas no siempre salgan como uno espera y se sufran fracasos. No obstante, en el fondo, esa es la vida. Creo que son importantes los fracasos. El éxito lo alcanzas cuando aprendes de ellos.

–¿Cómo fue el trabajo previo al rodaje para preparar su personaje?

–Conversé con muchos trabajadores de la ONG. Leí mucho sobre los Balcanes. Toda la amplia investigación que hicimos me llevó a entender mejor la realidad de la desintegración de la antigua Yugoslavia. Aprendí mucho más de lo que pude captar en los medios, en la década de los 90.

–En ese entonces quizá usted tarareaba Mambrú se fue la guerra.

–Sí (risas). La cantaba de pequeño, pero creía que Mambrú era sólo un soldado puertorriqueño que iba a la guerra. Luego descubrí que era una canción francesa dedicada a un general británico llamado Mambrú, en la que se decía que había muerto en la guerra. Pero no fue así. Nunca murió, al igual que mi Mambrú, quien afortunadamente logra regresar a casa, dejando atrás el horror de la posguerra de Bosnia, que recrea el filme. ¡Enhorabuena!