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En el Cenart montan obra teatral del dramaturgo franco-libanés Wajdi Mouawad

Hermanan a Edipo con la tragedia de los 43 de Ayotzinapa; el país está todo roto

A la función acudió Marisa, viuda del normalista Julio César Mondragón, quien fue desollado

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Ulises Martínez (en primer plano) y Vicky Araico en una escena de Las lágrimas de Edipo, obra con dirección y adaptación de Hugo ArrevillagaFoto Arturo López/Secretaría de Cultura federal
 
Periódico La Jornada
Lunes 30 de mayo de 2016, p. 6

Edipo vaga ciego, desterrado y agonizante; acompañado por su hija-hermana Antígona ha llegado hasta las puertas de la ciudad en llamas.

Entre delirio y realidad, entre la tragedia griega de la pluma de Sófocles y la verdad histórica de una noche violenta y llena de rabia en Iguala, transcurre la obra teatral Las lágrimas de Edipo, del dramaturgo franco-libanés Wajdi Mouawad.

El montaje tuvo el estreno mundial de su versión en español en el Centro Nacional de las Artes (Cenart) el pasado miércoles.

¿Dónde se esconde aquello que nos puede traer la paz?, inquiere con desesperación el antiguo rey, quien venció a la Esfinge, mató a su padre y engendró hijos con su madre. Está perdida entre los pliegues de una noche como ésta, se responde, al querer llorar la muerte de los jóvenes.

Abrazo solidario, largo, doloroso

Soy Marisa, alcanzó a decir antes de que se le rompiera el rostro en lágrimas, cuando la joven entró al escenario luego de concluir la función del día 26. Luego, la viuda de Julio César Mondragón, normalista desollado en la noche de Iguala, en septiembre de 2014, se lanzó al abrazo solidario, largo, doloroso, hacia Hugo Arrevillaga, director de la obra.

Los sollozos se multiplicaron entre la audiencia, en los actores y el equipo de producción que antes había recibido aplausos.

El público apenas se recuperaba de la conmoción ante los diálogos en escena. 1, 2, 3, 4... 43. ¡Justicia!, surgió el grito espontáneo.

Wajdi Mouawad, durante su visita a México en noviembre de 2014, supo de la tragedia ocurrida el mes anterior y de las acciones de los familiares de los 43 normalistas desaparecidos; fue testigo silencioso, relató Arrevillaga, antes de comenzar la función de la obra de poco más de una hora, y alertó que podría herir susceptibilidades; si necesitaban salir, sólo tuvieran cuidado entre la penumbra.

Mouawad decidió sumarse al dolor, la rabia y la indignación con la escritura de un diálogo entre la Grecia antigua y nuestra actualidad. La versión en español fue traducida por Humberto Pérez Mortera para las funciones en el Teatro de las Artes, luego será en foros de la UNAM y del Gobierno de la CDMX.

Un teatro abandonado es donde los dos vagabundos tebanos y el joven mexicano se encuentran. El público no ocupa las butacas rojas del teatro, sino que es trasladado hasta la parte trasera del escenario, en las entrañas de la tramoya, tarimas abandonadas, luces agrestes y la desnudez detrás del telón.

¿Cómo no voy a tener miedo?, le dice Edipo a su hija. La ciudad está ardiendo, la policía pulula, esa noche habrá muertos, detenidos y desaparecidos. Coches y bancos son quemados. Y dejaron el cuerpo de Julio César Mondragón como advertencia, con el rostro y ojos descarnados, asesinado y torturado. Era un estudiante que quería ser maestro, tenía 22 años, acababa de ser padre. Así lo cuenta David a esos dos extranjeros. La ciudad comenzó a arder con su muerte. Este país también arderá, les advierte, mientras la juventud vela inconsolable y en un torrente de rabia. Laberinto de tristezas indomables; el país está todo roto.

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Marisa, viuda del normalista Julio César Mondragón, quien fue desollado, flanqueada por la actriz (derecha) y una integrante de la producciónFoto Arturo López/Secretaría de
Cultura federal

El mundo no debería permitir la vida corta de un joven, lamenta Edipo. Julio César quería dar sentido a la rebelión de su edad en una situación social que nos aplasta, el poder lo borra todo. ¡Por lo menos nos queda la posibilidad de cantar. Todas las palabras de amor por los que quedan!

Impunidad, injusticia, violencia

Sólo tres actores en escena: Ulises Martínez en el papel de Edipo, Vicky Araico, como Antígona, y David Illescas es el joven estudiante mexicano. Pero es fácil oír el rumor de furia y fuego a las afueras, también ver al monstruo de la Esfinge, que en tiempos modernos no tiene rostro, pero nos lastima a todos: corrupción, impunidad, injusticia, violencia.

¡Canta tu rabia, Antígona!, incita su padre-hermano, quien atisba los albores de la muerte. Aquí estoy llorando a otro hermano, a otra ciudad, a otro tiempo, implora el extranjero. ¡Sé heroica y no tengas miedo! Canta tu dolor, es la súplica. Los dioses han perdido toda esperanza y la amistad es la única resistencia. Hay que compartir la esperanza, y la indignación surgirá.

Al terminar la función, justo 20 meses después de ocurridos los hechos, Arrevillaga se dirigió a la audiencia, poco numerosa debido a la íntima peculiaridad del espacio. Después de presentar a los actores y al equipo de producción, comentó que ese día esperaban la visita de familiares de los jóvenes normalistas. Sin embargo, no pudieron llegar, seguían en las calles en una más de las movilizaciones por Ayotzinapa para exigir justicia.

Fue en ese momento cuando sorpresivamente una joven entró al escenario, Marisa. Me da mucho gusto que se interesen después de haber pasado casi dos años ya de los hechos en Iguala. Julio César seguirá siendo el estudiante, el padre, el esposo, el hijo que vamos a recordar siempre, logró decir más allá de las lágrimas, aguerrida.

Con esta obra de teatro me he dado cuenta de que mi hija va a seguir un ejemplo de su padre, de lucha, de seguir buscando justicia por todo este país. El gobierno nos ha quitado a los seres queridos que hemos amado tanto.

La temporada concluirá el 12 de junio; funciones de miércoles a domingo en el foro ubicado en Río Churubusco y Calzada de Tlalpan, colonia Country Club.

Los familiares de los 43 están invitados a acudir y hacer oír su voz cualquier día. Mientras, el destino trágico se repite cada noche. Entre las ruinas del teatro a veces lloramos juntos los dolores de la humanidad.