Opinión
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Confirmación
E

l Fondo Monetario Internacional en su Panorama Económico Mundial, dado a conocer el martes pasado, se pregunta si la economía mundial está en un momento favorable. Da cuenta de que la economía global ha ganado velocidad desde el último trimestre de 2016, lo que explica que se espere un crecimiento de 3.5 por ciento, cuatro décimas superior al ritmo logrado en 2015. Un mayor nivel de actividad económica y expectativas más robustas sobre la demanda global, junto con los acuerdos para restringir la producción de crudo, han permitido que los precios de las materias primas comercializables mejoraran. Con ello los exportadores sintieron cierto alivio. Por ello se aprecia un panorama que pudiera mejorar, de allí su momentum.

Respecto a Mexico, no tiene ninguna duda: la economía está en un momento desfavorable y apenas crecerá 1.7 por ciento este año y llegará a 2 por ciento en 2018. Con estos datos es possible plantear que la propuesta de crecimiento para el sexenio 2013-2018, hecha por el PRI y el gobiero de Peña Nieto, no se conseguirá, lo que constituye un fracaso. Fracaso que crece si se incorporan las metas señaladas a partir de las reformas privatizadoras, destacadamente la petrolera.

El sexenio terminará con un crecimiento promedio anual del PIB de solo dos por ciento. Con este promedio se cumplirían 36 años de resultados que no han logrado generar bienestar social. En estas tres décadas y media tampoco se logró que nuestro país se alineara con los países desarrollados. Ni siquiera se logró reducir las brechas del product per capita existentes entre estos países y México. La liberalización de todas las áreas de la economía mexicana, incluyendo los tratados comerciales que firmamos, no sirvieron para conseguir el bienestar general de la población.

Para hacer más grave esta situación, en el informe del FMI aparece la alerta de que persisten importantes riesgos que pudieran complicar los meses próximos. Persisten problemas estructurales de importancia, centralmente el lento crecimiento de la pruductividad y la fuerte concentración del ingreso. A ello habrá que sumar el regreso de políticas proteccionistas y una normalización de las tasas de interés más rápida de lo esperado.

Estos riesgos son ya hechos para nosotros. Los problemas estructurales de la productividad y la concentración del ingreso están presentes desde hace mucho tiempo. También es un hecho la reaparición de políticas proteccionistas, que aunque no ha sido tan rápida como se esperaba, desarticulará la producción de la industria asentada en México cuyo principal destino es la industria estadunidense. De modo que el panorama mexicano plantea justamente una expectativa contraria al de la economía global: mientras es posible afirmar que se está llegando a un buen momento para el crecimiento global, en México lo que sabemos es que estamos en un momento perdedor. Las condiciones externas son desfavorables e internamente el gobierno federal carece de una estrategia que, por lo menos, pudiera amortiguar los impactos negativos que llegarán de Estados Unidos.

Para agravar la situación nacional en México es claro que preocupa la inseguridad y los generalizados niveles de corrupción en los diferentes ámbitos de gobierno que, además, recorre a los partidos con responsabilidades de gobierno federal o estatal. Buena parte del país está asolado desde hace tiempo por condiciones intolerables, para las que los gobiernos respectivos no tienen solución. La cifra de asesinatos diarios es propia de países en guerra, las fosas comunes que aparecen resultan asombrosas, los periodistas que son asesinados señala que los poderes fácticos están ahora en la delincuencia organizada. Al lado de esto, ya de por sí insostenible en un país que pretende funcionar como un estado de derecho, está la corrupción generalizada. Podemos confirmar que, en consecuencia, la gestión presidencial fracasó. Falta ver cómo enfrentan electoralmente este fracaso.