Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 4 de diciembre de 2011 Num: 874

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

En el mar de la cultura alemana
Alia Lira Hartmann

Nómade, mutante y migrante: literatura alemana actual
Esther Andradi

Teatro alemán en México
Juan Manuel García

Joven poesía alemana

Nueva prosa en alemán

Las trenzas de Herta Müller
Lorel Manzano

Leer

Columnas:
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

La Jornada Virtual
Naief Yehya

A Lápiz
Enrique López Aguilar

Artes Visuales
Germaine Gómez Haro

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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Marcel Beyer Ingo Schulz Monika Maron Timo Berger

Nómade, mutante y migrante: literatura alemana actual

Esther Andradi

A poco más de dos décadas de la unificación alemana, algunas claves parecen marcar la literatura que se escribe en este país. Por un lado su carácter de mutante dado el renacimiento como cantera literaria de la exRDA, un país que ya no existe; y por otro, por la huella cada vez más decisiva que imprimen escritores provenientes de otros universos lingüísticos y culturales, pero que han hecho suya la lengua de Goethe. Con Nobel incluido.

Yo me crié en la RDA. ¿Acaso por eso no debería gustarme recordar mi infancia? Tomas Brussig (Berlín Oriental, 1965), autor de la novela La avenida del sol, está convencido que la exRDA es un verdadero paraíso narrativo. Brussig, junto con Ingo Schulze, el escritor de más éxito de la generación posterior al cambio, no son los únicos. También en Occidente ejerce la exRDA una atracción especial, como es el caso de Marcel Beyer (Tailfingen, 1965). Kaltenburg, su novela más reciente, explora las secuelas del bombardeo de Dresde en febrero de 1945, paradigma del horror y la destrucción de la guerra.

Claro que una cosa es la exRDA como cantera de historias para los más jóvenes, y otra muy distinta la que vive una generación anterior, según lo expresa Monika Maron (Berlín Occidental, 1941), quien creció en la RDA, donde su padrastro fue ministro del Interior entre 1955 y 1963. Aunque los libros de Maron, dado su carácter crítico, se publicaban generalmente en Occidente, sólo hasta 1988 consiguió emigrar. “Soy las dos cosas –escribe ahora–. Soy la que se queda y también la que se va.” Esta definición es tal vez la que expresa con mayor claridad el desgarramiento de la literatura que proviene de un país que ya no existe. Otro exponente de esta generación es Christoph Hein (Heizendorf, hoy Polonia, 1944), un autor crítico en la exRDA, que se convirtió también en un crítico de la nueva Alemania.

¿Qué queda de la literatura del país que fue? Para el poeta Timo Berger (Stuttgart, 1974), “la influencia de la literatura de la exRDA tiende a ser nula” en la literatura actual: “sobre todo porque las pautas estéticas, los modelos de escritura válidos en un sistema represivo, el modo de jugar con alusiones o alegorías esquivando la censura produjo textos muy densos, muy crípticos, pero sin sentido en un mundo donde se desconocía ese tipo de censura”. Agrega Berger:

Algo muy diferente es la literatura escrita por jóvenes autores que vivían esa época siendo adolescentes y empiezan a articularse en los años noventa. Ahí no sólo hay narradores interesantísimos, también poetas como Tom Schulz, Ron Winkler o Almut Sandig que nacieron en la exRDA pero se hicieron escritores en la RFA. Ellos tienen una biografía rara: nacieron en un país que ya no existe, son migrantes, nómades, sin haberse movido jamás de su lugar. Este fenómeno no se da muchas veces en la historia y de ahí sacan su tremenda sensibilidad, pero también un inusitado escepticismo lírico.

La presencia de una literatura de autores alemanes de otro origen lingüístico y cultural no es nuevo ni lo era en el tiempo de la unificación, pero fue adquiriendo cada vez una fuerza mayor. El Premio Nobel 2010 para Herta Müller, migrante y exiliada, proveniente de la minoría alemana en Rumania, constituyó un detonante para la crítica que no supo cómo posicionarse. ¿Es alemana o rumana? Para el profesor Ottmar Ette, investigador de lo transcultural y autor de la trilogía Escribir entre los mundos, el caso de Herta Müller no es una excepción. “Tampoco es casualidad –agrega– que el Premio del Libro Alemán 2010 le fuese otorgado a Melinda Nadj Abonji, una escritora nacida en la Voivodina, la minoría húngara de Serbia, refugiada en Suiza, donde aprendió el dialecto suizo, y escribe en alemán estándar. Asimismo, la literatura de Herta Müller se nutre de otros idiomas, construyendo una poética que en su movimiento translingual, constituye la característica más importante de esta literatura sin residencia fija que, no sólo en Alemania sino a nivel global, es la expresión artística más profunda de un mundo en movimiento.”

En ese sentido José F. A. Oliver (Hausach, 1961) es emblemático. Hijo de trabajadores andaluces, la crítica lo considera uno de los mejores poetas alemanes contemporáneos. Con una docena de poemarios publicados, este trovador moderno transformó la lírica alemana, recuperó la estética de la lengua popular al traducir sus libros al dialecto de la Selva Negra donde nació y vive; inventa palabras, escribe todos los sustantivos en minúscula, como ya lo habían hecho los concretistas, y su poesía se canta y se baila. “Dos mundos viven en mí –sintetiza el poeta–. Escribir en alemán sin ser alemán, ese es el tema. Me toca resistir [...] porque en mis versos y en mis sentimientos yo soy judío, turco, gitano y cholo.”

En medio de estas corrientes movedizas de la alta literatura, la industria del libro, que en Alemania mueve nada menos que 9 mil millones de euros, superada solamente por Gran Bretaña y China, explota con creces los títulos que se convierten en fiebre de lectura. Es el fenómeno Charlotte Roche con su novela Partes húmedas, entre la erótica y la pornografía, que ha vendido ya más de un millón y medio de ejemplares, y su más reciente Schoßgebete (Rezos del regazo).

En este afán urgente por descubrir lo más transgresor, la crítica sufrió un duro golpe cuando hace un año creyó encontrar un talento único en la novela de una joven autora casi adolescente. La obra resultó ser una suma de plagios –por cierto excelentes– de blogs. Un fenómeno que no tuvo repercusión sino por el escándalo, pero que obliga a afinar la puntería en bien de la lectura. Porque, según las estadísticas, un setenta y tres por ciento de los alemanes declara que le interesan los libros, porcentaje aún mayor si se trata de mujeres. No por nada en la flamante Librería Moritzplatz de Berlín, en el corazón del Kreuzberg, que alberga a un público joven y multicultural, entre los títulos más vendidos de octubre figura un libro de poesía. Es uno de Erich Fried, poeta austríaco poco conocido en español, pero autor de una de las mejores poesías en alemán.