Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 26 de agosto de 2012 Num: 912

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Dos poetas

Actualidad poética centroamericana:
el legado de Darío

Xabier F. Coronado

Escribir todas las tardes
Marcela Salas Cassani entrevista con Rodolfo Naró

Antonioni: la dialéctica
de los sentimientos

Andrés Vela

Manuel Gamio y la antropología del siglo XXI
Eduardo Matos Moctezuma

Manuel Gamio: el amor
de un mexicano

Ángeles González Gamio

Permanencia de Paul Klee
Antoni Tàpies

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Columnas:
Prosa-ismos
Orlando Ortiz

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

La Jornada Virtual
Naief Yehya

A Lápiz
Enrique López Aguilar

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Germaine Gómez Haro

Cabezalcubo
Jorge Moch


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Manuel Gamio:
el amor de un mexicano

Ángeles González Gamio

Manuel Gamio es considerado el padre de la antropología en México por haber iniciado, a principios del siglo XX, los estudios antropológicos con un enfoque integral y profundamente nacionalista. Este sentimiento lo llevó a otros campos de las ciencias sociales y se expresó en un afán inagotable por mejorar la vida de los grupos indígenas, no sólo de nuestro país, sino de todo el continente.

Fue pionero en muchos campos. En plena juventud, al gestarse el movimiento revolucionario, fue uno de los ideólogos del nacionalismo que se gestó asimismo con pasión en ese período. Sus ideas las plasmó en Forjando patria, libro que tuvo fuerte impacto entre los intelectuales y artistas de la época. Su influencia se vio reflejada en todos los aspectos de la vida cultural: en las artes plásticas, que tuvieron su máxima expresión en el muralismo; en la música, con las composiciones de Silvestre Revueltas, Pablo Moncayo y Blas Galindo, y desde luego en la literatura.

Paralelo a este ideal se desarrollaba su interés por la arqueología, mismo que se le despertó, al igual que su preocupación por la situación de los indígenas, en la época de su juventud, cuando vivió en un rancho hulero en la selva veracruzana. Ahí aprendió a hablar náhuatl, hizo amistad con los pobladores autóctonos y realizó sus primeros descubrimientos arqueológicos.


Trabajos en Teotihuacan
Fotos: americaindigena.com

Al regresar a Ciudad de México ingresó al Museo Nacional, donde ilustres investigadores, como don Nicolás León y don Jesús Galindo y Villa, impartían cursos de arqueología, etnología y antropología; al poco tiempo fue nombrado profesor auxiliar de Historia. En esa época llevó a cabo una investigación arqueológica en la calle de Argentina, en donde se realizaba una obra pública y descubrió que se trataba del Templo Mayor de los mexicas; con base en ello, el arquitecto Marquina realizó la famosa maqueta cuya reproducción hoy preside la llamada Plaza Manuel Gamio, en la calle de Seminario. En 1908 llevó a cabo las primeras exploraciones que se realizaron en Chalchihuites, Zacatecas. Éstas lograron que se le otorgara una beca para estudiar una maestría en la Universidad de Columbia en Nueva York. Su buen desempeño en los estudios hizo que, en 1910, fuera nombrado subjefe en la expedición arqueológica a Ecuador, que dirigía el afamado M. H. Saville.

A su retorno a México, dos años más tarde, volvió al Museo Nacional con el puesto de profesor de Arqueología y continuó con sus investigaciones. En esa época realizó en San Miguel Amantla, Azcapotzalco, excavaciones arqueológicas donde utilizó una técnica estratigráfica, pionera en ese momento en México, cuyos resultados fueron presentados como ponencia en 1913, en el XVIII Congreso Internacional de Americanistas.

En 1914 publicó el libro Metodología sobre investigación, exploración y conservación de monumentos arqueológicos, editado en la imprenta del Museo Nacional. De acuerdo con el arqueólogo Eduardo Matos, en él presenta un cuadro completo de lo que debe ser una investigación arqueológica y comienza a hacer énfasis sobre la importancia de un trabajo integral.

Esta idea alcanzó plena realización en 1917, tras la creación de la Dirección de Antropología que él promovió, la primera en Latinoamérica, desde cuya base emprendió una de las primeras investigaciones interdisciplinarias que se llevaron a cabo en el mundo, tomando como campo de trabajo el Valle de Teotihuacan. En ese lugar, durante dos años, reunió alrededor de cuarenta de los más destacados investigadores, profesionistas y artistas, que se dedicaron a estudiar la zona en su respectiva especialidad. Estamos hablando de personas como el pintor Francisco Goitia, don Pablo González Casanova, el arquitecto Ignacio Marquina y el profesor Hermann Beyer. El resultado fue una obra impresionante en tres gruesos volúmenes, titulada La población del Valle de Teotihuacan. En ella se hace un análisis, diagnóstico y propuesta de soluciones. El gobierno de México recibió 120 críticas de las instituciones internacionales de cultura más importantes y de muchos gobiernos, principalmente europeos, en las que unánimemente felicitan a nuestro país por ese notable trabajo, modelo para todo el mundo. Estos comentarios se publicaron en un libro que editó la Secretaria de Agricultura y Fomento.

Asimismo, le fue otorgado el Gran Premio de la Exposición Internacional del Centenario, celebrada en Río de Janeiro, y el de la Iberoamericana de Sevilla. Síntesis y conclusiones de la obra fueron la tesis de doctorado de Gamio, en la Universidad de Columbia. En opinión de Eduardo Matos, estudioso de su obra, “su profundo sentido de nacionalismo, patente en su labor arqueológica e indigenista, lo llevó a plantear una serie de enfoques que son resultado de una investigación autentica, como lo demuestra su magna obra integral sobre la población del Valle de Teotihuacan, aún hoy no superada”.

Ciencia y conciencia social

Para Gamio fue siempre preocupación central que la investigación científica tuviera como objeto primordial buscar la mejoría de la población objeto del estudio. Con esa visión, en el Valle de Teotihuacan, Gamio llevó a cabo una serie de acciones que impactaron directamente en el bienestar de la región. Entre otras, al descubrir muchos objetos de obsidiana, encargó a los ingenieros que localizaran en los alrededores minas de ese material que con seguridad existían, dada la abundancia de su utilización. En efecto, las minas fueron encontradas, lo cual lo condujo a contratar a maestros artesanos para que enseñaran a los pobladores a reproducir las piezas teotihuacanas que aparecían en las excavaciones, además de promover su venta en Ciudad de México. Así dio inicio a los talleres que hasta la fecha son fuente importante de ingresos económicos de la zona.

También fundó una escuela y talleres diversos, especialmente aprovechando los productos naturales de la región, como el maguey y el nopal. Una cuestión relevante es que encabezó a los indígenas en sus peticiones de tierra, realizando previamente un censo agrario para fundamentar las peticiones, y logró que se les devolviera el agua que se les había usurpado. Por supuesto, esto le causó problemas con los hacendados. Construyó presas “económicas” y desazolvó los ríos. En el campo social llevó a la zona la asistencia médica y la vacunación contra la viruela; consiguió que se dieran desayunos en las escuelas y logró que se establecieran el salario mínimo y la jornada de ocho horas, entre muchas otras acciones que mejoraron de manera efectiva la vida de la población.

Durante su estancia al frente de la Dirección de Antropología (1917-1924), además del trabajo integral ya mencionado, que sería el primero de una serie que cubriría todo el país, ya que para Gamio la antropología era la base para el buen gobierno, dirigió otras exploraciones arqueológicas en la zona del Pedregal de San Ángel, donde encontró vestigios culturales anteriores a Teotihuacan que permitieron conocer las características de los primeros grupos asentados en aldeas, lo que hoy se conoce como horizonte preclásico. Asimismo, fundó la revista Ethnos, primera sobre antropología e indigenismo en América. Durante ese lapso fue invitado a ingresar a diversas asociaciones científicas en todo el orbe.

En 1924 el general Plutarco Elías Calles asumió la Presidencia de la República e invitó a Gamio como subsecretario de Educación. Renuente a aceptar, la insistencia presidencial y la promesa de que podría seguir con sus investigaciones integrales lo hicieron acceder. A los pocos meses de desempeñar el cargo descubrió una serie de corruptelas y las informó al Presidente. Ante la indiferencia del mandatario, Gamio las denunció públicamente, lo que motivó que Calles, indignado, lo cesara. El arqueólogo respondió en los periódicos manifestando su satisfacción por salir de un gobierno corrupto y “contribuir a la rectificación de valores morales en la senda de la administración pública que me tocó cruzar y la dignificación de mis compañeros que viven como yo vivía, fatalmente sujetos por la tradición, al grillete del servilismo oficial”. El siguiente paso fue el exilio, pues ese tipo de indisciplina se pagaba con la vida. Se trasladó a Estados Unidos en donde de inmediato la American Archaeological Society of Washington le encargó una investigación arqueológica-etnográfica en Guatemala.


Foto: americaindigena.com

Al concluirla, le propuso a la Universidad de Chicago realizar una investigación sobre el problema de la migración mexicana a Estados Unidos, conocido entonces como “bracerismo”. Ese fue el primer estudio que se llevó a cabo sobre el tema y, en opinión del doctor Jorge Bustamante, director de El Colegio de la Frontera Norte: “Gamio descubre que esto es resultado de un proceso de reclutamiento que se inicia en los Estados Unidos, que no se trata de un fenómeno que ocurre simplemente por condición del subdesarrollo mexicano, sino que obedecía a una función donde había un beneficio económico para ese país, y él lo demuestra de una manera irrefutable, que no ha sido hasta la fecha superada desde el punto de vista científico.”

En 1940 fundó, con Moisés Sáenz, el Instituto Indigenista Interamericano, que dirigió hasta su fallecimiento en 1960, del cual surgieron los institutos indigenistas del continente, y se dedicó por completo a la mejoría de la vida de los grupos indígenas.

Aquí hemos mencionado varios, claro que no todos, de los campos en los que Manuel Gamio fue pionero, pero lo más importante es destacar el profundo amor que tuvo a México, motor de todas sus acciones.