Opinión
Ver día anteriorSábado 20 de abril de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Dos escuelas, esfuerzos y resultados
E

sta semana se aplicó nuevamente la prueba Enlace a los estudiantes del último grado en todas las escuelas de educación media superior de nuestro país. Los resultados habrán de difundirse en septiembre, aunque sería deseable, por varias razones, que se conocieran antes. Cuando se publicaron los del año anterior, en septiembre pasado, muchos estábamos deseosos de conocerlos por diferentes razones, y aunque sabíamos que iban a ser buenos para muchas escuelas con las que habíamos estado trabajando, al recibirlos nos quedamos gratamente sorprendidos; de manera particular, por los logros de dos planteles rurales, cuyos estudiantes son por lo general hijos de campesinos. Uno está en el poblado de Vega de Alatorre, en la costa veracruzana cerca de Nautla; la otra no está lejos de allí, en la región de Martínez de la Torre, entre vastos platanares y cultivos de cítricos. Ambas escuelas pertenecen al subsistema de centros de estudio científicos y tecnológicos de Veracruz (Cecytev), ubicados en su inmensa mayoría en municipios de alta marginación en la Sierra Madre Oriental y en las zonas costeras del estado.

Por lo que sé, unos cuantos años atrás, las escuelas de este subsistema estaban consideradas entre las de más bajo nivel en el estado, y sus alumnos sabían que al terminar el ciclo lectivo la vida estudiantil había terminado, porque ni en la Universidad Veracruzana ni en los institutos tecnológicos habría lugar para ellos. Las cosas han cambiado desde entonces. El plantel de Vega de Alatorre fue el que tuvo el mayor porcentaje de estudiantes aceptados por la Universidad Veracruzana; congruentemente, el puntaje alcanzado en Enlace 2012 por sus estudiantes fue el segundo más alto entre las del subsistema, y estuvo entre los 10 más altos de todo el estado. La otra escuela, ubicada en el municipio de Martínez de la Torre, obtuvo el puntaje más alto de todo el estado en matemáticas, logrando también que ninguno de sus alumnos fuese ubicado en el nivel de insuficiente, algo que muy pocos centros de enseñanza logran a escala nacional y que los hace parecer más a una escuela de Finlandia que a una rural de nuestro país.

Mi interés central, al escribir este artículo, es mostrar con ejemplos concretos que nuestros estudiantes son tan capaces y que pueden estar tan bien preparados como los de las naciones más desarrolladas, y que para ello el factor de la capacidad económica no es precisamente importante. Nuestra experiencia nos dice que aun el ambiente social y cultural limitado de las comunidades con menos recursos y servicios puede ser superado por los estudiantes cuando cuentan con maestros y maestras entusiastas y comprometidos con sus actividades educativas. Afortunadamente, de ellos hay muchos; desde luego, más de los que nos imaginamos, quienes han estado haciendo su trabajo y contagiando a los alumnos con su entusiasmo.

Cuando el año pasado tuve en mis manos los resultados de las pruebas y los compartí con un distinguido periodista de un importante diario nacional, su única respuesta fue: “Enrique, no te creo. Nosotros tenemos identificada esa zona como uno de los corredores importantes de droga en el país; allí sólo hay zetas. Esto no puede ser; te conozco de tiempo atrás y ojalá tengas razón”. Luego lo comenté con Carmen Lira; su respuesta fue un tanto diferente, pero también de sorpresa. “Me da gusto saber esto –me dijo–. Nuestro país necesita noticias positivas, que nos hagan ver que tenemos esperanzas, y qué mejor que vengan de los jóvenes, y más al saber que son de esa zona de Veracruz”. Mis comentarios creo que sirvieron, pues una distinguida periodista de La Jornada y otra más del Reforma me entrevistaron y dieron lugar a un reportaje hecho por el equipo de Denisse Merker para su programa Punto de partida sobre lo que estaba sucediendo en las dos escuelas.

Sé que dos golondrinas no hacen verano, pero no es el caso del que estoy haciendo referencia. En mayor o menor grado, todas las escuelas de este subsistema han hecho un esfuerzo notable en estos años para mejorar los conocimientos y las habilidades de sus estudiantes, logrando que el subsistema se ubique como el mejor posicionado de Veracruz. Sin embargo, éstos no son los únicos casos de éxito. En el subsistema de telebachillerato, con más de mil planteles y 92 mil estudiantes –a los que en muchos casos atiende un solo profesor, en condiciones socioeconómicas y de aislamiento más difíciles que las de los Cecytev–, el crecimiento de sus niveles de desempeño en los años pasados los está posicionando como opción seria y valiosa para cursar el bachillerato, en comunidades donde hace algunos años no era posible estudiar más allá de la primaria.

A este gran conjunto de escuelas es posible agregar otras de los demás subsistemas, ubicadas en sitios tan alejados de Jalapa como Tampico el Viejo y Pánuco, en el norte del estado; Las Choapas y Cosoleacaque en el sur; Huayacocotla y Zongolica en las montañas, todas ellas con magníficos resultados, aunque sus condiciones sociales sean de pobreza y atraso. Dedicados al desarrollo de tecnologías educativas, que han incluido laboratorios virtuales de matemáticas, de física y de biología, hoy podemos decir que no importa qué tan atractivos y útiles sean estos productos. De muy poco sirven si los planteles no cuentan con profesores bien preparados, entusiastas y comprometidos con sus alumnos, así como con directores de escuela y funcionarios interesados en las innovaciones educativas y en participar activamente para lograr el éxito de los proyectos.

Una actitud que me parece valiosa de maestros y autoridades educativas es que no están viendo en las pruebas de Enlace el objetivo final de sus esfuerzos, sino sólo como lo que son, un mero indicador de los niveles de preparación y conocimientos con los que los estudiantes terminan su ciclo de educación media superior, los cuales son mejores de lo que eran hace algunos años.

Recientemente he visitado de nuevo las escuelas mencionadas al inicio de este artículo. Me he encontrado el mismo entusiasmo del año pasado, pese a las carencias en que operan. De hecho, la de Martínez de la Torre abre sólo por las tardes y en una primaria, porque aún no les construyen su propio plantel. Las clases las toman debajo de los árboles por el terrible calor de la tarde, pero ello no parece ser un factor tan importante, porque piensan en su futuro, aunque desde luego que al igual que a sus maestros, les gustaría tener una escuela propia, con su biblioteca y sus aulas y laboratorios.