Opinión
Ver día anteriorLunes 2 de febrero de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Toros
La Luna roja
T

enía el ruedo de la plaza México un musical tamborileo fragante, tierno y juvenil. Temblaba el ruedo al recoger ese bucólico rubor del coso semi vacío, similar al temblor de las guapas al escuchar el crepitar del amor. Todo era plenitud y transparencia, olor a humedad de mujer. Reían los parches y los metales que pedían torería pura a los toreros. La Luna roja interpretaba el afán banderillero y los toreros hacían vibrar la pandereta en recortes y galleos que emocionaban a los cabales.

Qué bonita lucía la Luna en la larga corrida. Rasgaban el aire las nubes y las llevaban barridas en jirones. El cielo se ponía azul hasta desdibujarse. En cambio, la Luna estaba blanquecina, transparente y diáfana, y se fue desdibujando en el firmamento para lucir esplendorosa y alumbrar los pares de banderillas de El Zapata y El Fandi. Una tarde de Luna en que las guapas suspiraban y tenían los ojos perdidos en la Luna lorquiana.

Poco tenían que contemplar aparte de la luna banderillera a toritos gordos, deslucidos, cara alta, sin transmisión a los aficionados. En suma, débiles, tobilleros que nos dejaron sin poder aquilatar la labor del fino torero de Aguascalientes, Mario Aguilar.

La Luna cantaba un largo rumor, bravo y varonil que anunciaba las corridas de aniversario y el fin de la temporada. La Luna lucía su plegaria en verso de plata sonora.

La Luna estimulaba nostalgias de un amor que resucitaba lentamente en la visión de una vecina del tendido cuello de cisne, brazos canela, cuerpo elásticamente modelado en el marco de cabellera muy negra que le cubría el tetámen. Tanto que hasta los pájaros le cantaban desde las manecillas del reloj que está en las alturas. Se fueron los toreros, quedaron los banderilleros y mi guapura de vecina.