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Historia de un falso acoso
 
Periódico La Jornada
Viernes 14 de octubre de 2016, p. 35

Concentrado en su trabajo, Mateo subía y bajaba de los vagones del Metro a las nueve de la mañana. Entre empujones y codazos, cotidianos a esa hora del día, discretamente tomaba fotografías a diestra y siniestra, hasta que sintió una mano hurgar en uno de sus bolsillos.

Su reacción fue inmediata. Volteó y reclamó a una joven detrás de él, que sin pena alguna reviró y lo acusó de haberla toqueteado. En el trayecto de la estación Tacuba a Refinería se suscitó un intercambio de insultos, y ante el respaldo unánime de los usuarios hacia la mujer, no esperó más.

Bajó del vagón y buscó a un policía. Llegaron dos vigilantes vestidos de gris. Les expliqué que la agarré con la mano en la bolsa de mi pantalón, donde tenía mi celular, y a ella gritos alegaba primero que estaba tomando fotografías y después que la había tocado, contó.

No supe ni cómo apareció, pero ya estaba junto a ella una amiga, y a los 15 minutos, dos hombres, uno que dijo era su papá y un hermano. Más vale que lleguemos a un acuerdo, esto fácil te sale en unos 15 mil pesos, ¿cuánto traes?, me dijeron. Los mandé a la chingada, pero uno de los vigilantes me aconsejó, mejor desáfanate rápido de esto, ella trae testigo y tú no.

Mateo no cedió y exigió ir a un Ministerio Público, pero nadie se movía ni lo dejaban ir. No podía mandar mensajes por el celular, porque no había señal. Los de seguridad sólo decían arréglense entre ustedes. El supuesto papá, al final, me pedía que fuera por dinero y dejara mi teléfono en garantía.

Tampoco aceptó, hasta que llegó un supervisor de los vigilantes y tras conocer el problema ordenó a todos subir al Metro para ir al Ministerio Público en El Rosario. El vagón estuvo lleno todo el tiempo y al salir a la terminal todos desaparecieron.

Con asombro y alivio, el fotógrafo de casa editorial, quien sólo buscaba tomar imágenes de la cotidianidad en el Metro, respiró tranquilo. La pesadilla que duró más tres horas había terminado.

Tuviste suerte, esto ocurre muy seguido en el Metro; son estafadores que te piden el dinero que traes o el celular para no denunciarte, le contó el supervisor, quien le aconsejó regresarse en taxi.