Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 28 de marzo de 2010 Num: 786

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

La Waina
FEBRONIO ZATARAIN

Tres poemas
KLITOS KYROU

Gala Narezo: las grandes pequeñas cosas
ELENA PONIATOWSKA

Simone Weil: una heroína romántica
AUGUSTO ISLA

La poesía sabe hacerese cargo de sí misma
RODRIGO GARCIA LOPES entrevista con MICHAEL McCLURE

Leer

Columnas:
Jornada de Poesía
JUAN DOMINGO ARGÜELLES

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]

 

FILOSOFAR CAUSA TRISTEZA

RAÚL OLVERA MIJARES


Diez (posibles) razones para la tristeza del pensamiento,
George Steiner,
FCE-Siruela,
México, 2009.

En un opúsculo, casi ensayo extendido o quodlibet medieval, a guisa de breve tratado renacentista, como los de Erasmo de Rotterdam, Marsilio Ficino o Pico della Mirandola, el crítico estadunidense George Steiner aborda el tema de la melancolía en relación con el pensamiento. Apertrechado de amplios conocimientos humanísticos y ciertas nociones en materia de ciencia, Steiner se lanza a la tarea armado de una cita del filósofo del Romanticismo alemán Friedrich Wilhelm Joseph Schelling (1775-1854), donde el conocimiento aparece asociado con la tristeza connatural a toda existencia finita, pesadumbre o gravedad, ese oscurecimiento inefable, la empecinada melancolía de la vida. El mucho pensar causa tristeza, una idea que bien pudiera rastrearse hasta Aristóteles.

George Steiner parece moverse siempre en dos direcciones distintas y en ocasiones contrarias: ya se las caracterice como académica y anecdótica, formal y conversacional, sistemática e histórica, analítica y tradicional, divertida o árida, sencilla o pretenciosa. Evitando caer en esquemas, baste apuntar que la formación universitaria de Steiner, tanto en Europa como en el mundo anglosajón, su doble interés en las letras y las ciencias, su vocación como crítico y simple cronista aclaran, hasta cierto punto, las oscilaciones del autor entre una vena, accesible, amena, abierta a todos, y otra especializada, que pretende legitimarse aduciendo argumentos plausibles pero sólo de interés para unos cuantos. La combinación de ambas tendencias se da en contadas de sus obras siendo, las más, académicas, y unas cuantas divertimentos, donde Steiner se permite dar testimonio de sus propias vivencias.

Este último Steiner ciertamente no es el que está presente en Diez (posibles) razones para la tristeza del pensamiento donde el crítico, gastándolas de filósofo (un filósofo un tanto informal y gárrulo para decir lo menos) se engolfa en una serie de argumentos bastantes promisorios, sobre todo porque parten de Über das Wesen der menschlichen Freiheit (1809), de Schelling, obra en que éste se propone dilucidar la esencia de la libertad humana sin dejar pasar la ocasión para detenerse en la morriña o saudade, byproduct obligado de la actividad mental. Las diez razones serían: 1. Los límites del pensamiento (éste no es infinito ni omnipotente). 2. El control sobre el pensamiento (imposible ejercerlo las 24 horas del día). 3. El volver sobre sí misma de la conciencia (la cosa pensante que sabe sobre su propio ser). 4. La verdad absoluta y el pensamiento. 5. Pensar como continuo desgaste mental. 6. El pensamiento en sí no es causa de nada. 7. La esclavitud del pensamiento (no se es capaz de parar). 8. La imposibilidad de penetrar el pensamiento de otra persona. 9. La calidad del pensamiento (profundidad y banalidad). Y finalmente 10. Pensar el ser.


EL ABANICO CULTURAL DE LAS DROGAS

EDGAR MORÍN


Tradición, disfrute y prohibición. Cultura de las drogas en México,
Carlos Martínez Rentería y Leopoldo Rivera (compiladores),
CUPIHD/Generación,
México, 2010.

Ante la violencia desbordada y desquiciante que produce el tráfico de drogas ilícitas en nuestro país, es urgente generar un amplio debate sobre la viabilidad de una estrategia que suma ya más de 17 mil muertos. De ahí la importancia de un libro que aborda el tema desde una dimensión a propósito ignorada y omitida en los discursos de políticos y no pocas empresas de información periodística: la cultural.

Jacques Le Goff escribió que la memoria colectiva no sólo es una conquista sino un instrumento y mira del poder. De ahí que la lucha por el dominio del recuerdo, el olvido, la manipulación de la memoria social, así como su democratización, sea fundamental. La historia de una prohibición que no cumple cien años es ejemplo elocuente, y algo que Martínez Rentería, Leopoldo Rivera y otros colaboradores de la revista Generación saben bien. Por eso la dimensión cultural de las drogas ha sido presencia constante en poco más de dos décadas de vida de su desprejuiciado proyecto cultural. O mejor dicho, contracultural, y en la tradición que no sólo reflexiona a la distancia, sino que es forma de vida. Nada que ver con las confusiones conceptuales de funcionarios policíacos que hablan de “contracultura delictiva” cuando en realidad deben referirse a una subcultura de tipo criminal; si fuera como dicen, ésta terminaría por integrarse a la cultura hegemónica y entonces nos convertiríamos en un narco Estado.

Su apuesta es distinta y los casi cuarenta autores del libro, donde lo mismo escriben reconocidos que desconocidos, ofrecen una suerte de calidoscopio ordenado temáticamente sobre sustancias prohibidas, como cocaína, marihuana o tachas, pero también teonanácatl y híkuri (hongos y peyote), plantas de conocimiento empleadas desde siempre por comunidades indígenas de nuestro país, sin faltar María Sabina, mediadora entre lo profano y lo sagrado. Las miradas son diversas y van del periodismo a la filosofía, antropología, historia, literatura, medicina, música, poesía, el consumo mismo y su disfrute, o el arte; de hecho incluyen portadas de algunos números, realizadas por artistas como José Luis Cuevas o Eko. Un abanico amplio, buena parte escrito en tono lúdico y festivo, cuyo hilo conductores una mezcla de franqueza e irreverencia, así como argumentos provocadores a favor de la despenalización que incluye un breve recuento de la experiencia holandesa, y el respeto a lo que llaman un “derecho responsable a consumir sustancias ahora ilícitas”.

En un país tan conservador como el nuestro, es probable que a muchos resulte una compilación políticamente incorrecta o escandalosa, lo que en todo caso mantiene el sentido contracultural de su propuesta. Lo más importante es que refrescan la memoria, nos recuerdan que desde la Antigüedad se consumen drogas, que el uso de éstas se vincula con lo sagrado y lo médico, pero también con ebriedades profanas, y que pese a olvidos deliberados y manipulaciones de la memoria social, el uso de drogas desde hace mucho forma parte de la cultura.