Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 1o de julio de 2012 Num: 904

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

El caso Pasolini, un asesinato político
Annunziata Rossi

Gracias, Elena
Raquel Serur

Poniatowska, 80 años de sensibilidad e inteligencia
Adolfo Castañón

Ay, Elena…
María Luisa Puga

La feria de
Juan José Arreola

José María Espinasa

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Columnas:
Prosa-ismos
Orlando Ortiz

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

La Jornada Virtual
Naief Yehya

A Lápiz
Enrique López Aguilar

Artes Visuales
Germaine Gómez Haro

Cabezalcubo
Jorge Moch


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Prometeo, de Ridley Scott: orígenes, parricidio y el nacimiento de un nuevo clásico (I DE II)

Fan fiction

Antes de que Ridley Scott filmara un solo fotograma de la que sería la secuela de su propia cinta clásica y de culto, Alien (1979), sabía que la controversia que se cocinaba alcanzaba niveles preocupantes y ponía en evidencia que el filme tendría que confrontar montañas de prejuicios. Así, la historia se convirtió en algo distinto: en una reflexión en torno al origen de nuestra especie en donde los xenomorfos (la especie extraterrestre biológica endoparasitoide que se ha convertido en un poderoso icono cultural en las últimas décadas) son hasta cierto punto una amenaza marginal. La crítica más repetida respecto de Prometeo es que no responde las preguntas que plantea. Nadie ahora diría que el monolito kubrickiano no responde a las preguntas que plantea. Esta acusación-mantra refleja una incapacidad de deleite estético y una especie de rencor contra un cineasta multifacético que no sabe –ni le interesa– encajar en el molde del autor, así como una reacción pavloviana a la maquinaria comercial hollywoodense. Es cierto que hay razones para la desconfianza; basta considerar cómo se ha explotado la imaginería alien concebida originalmente por H. R. Giger, cómo se ha ridiculizado al ser cuasireptiliano con doble mandíbula, al volverlo una caricatura multiuso o al hacerlo oponente del Depredador (McTiernan, 1987, Hopkins, 90, Antal 2010), en la cada vez más inefable serie Alien vs. Predator (Anderson, 2004, Strause, 2007). Ahora bien, Scott no se convirtió en el director vivo más relevante de ciencia ficción por vender mercancía o explotar clichés, sino porque en sólo dos filmes de este género (Alien y Blade Runner, 82) creó historias seminales, inventó personajes emblemáticos de nuestra era, ambientaciones que han marcado nuestra imaginación y puso en escena hitos cinematográficos que han impactado la Zeitgeist, como la explosión-parto del pecho que sufre John Hurt, o la despedida de Roy Batty en la azotea del edificio Bradbury. Ahora bien, pocos filmes tienen fanáticos más devotos y feroces que esas dos cintas, por lo que cualquier incursión en ese terreno inevitablemente se encontrará con críticas y elogios apasionados y a veces desmedidos.

Amenazas e inquietudes

Prometeo es un retorno a la narrativa claustrofóbica paranoica del primer Alien y a la previsible matanza de la tripulación de una nave espacial. En ella reconocemos elementos convencionales: una heroína voluntariosa –en el molde de Ellen Ripley (Sigourney Weaver) y Sarah Connor (Linda Hamilton) de la saga de Terminator– que, tras perderlo todo, se sacrifica para tratar de eliminar la amenaza planetaria, Weyland Corp, una gran corporación diabólica-mefistofélica (“Mundos mejores comienzan con nosotros”), un cyborg traicionero y numerosas persecuciones por los laberínticos pasillos de la nave y por la extraña pirámide del misterioso planeta visitado. Con estos elementos Scott demuestra un inmenso talento para manejar el terror, la tensión y la acción; asimismo, su escrupuloso y maníaco control de la producción se traduce una vez más en imágenes poderosas, deslumbrantes y cargadas de significados. Pero la cinta va mucho más allá y los laberintos físicos conectan las ansiedades de la tripulación con las inquietudes del realizador. El ejemplo más obvio es David (Fassbender),el androide-replicante con aspecto ario que establece de inmediato un vínculo con Blade Runner al confesar su deseo de matar al padre, algo que hizo Roy Batty (Rutger Hauer). Asimismo, Weyland Corp no pertenece a oscuros inversionistas sino al mega magnate faraónico Peter Weyland (Guy Pearce con kilos de maquillaje), quien a la manera de Eldon Tyrrell (Joe Turkel) en Blade Runner sueña emplear su poder monetario para “cambiar al mundo” (como declara en su conferencia en ted, ver YouTube): Tyrrell crea una “raza” de esclavos, Weyland quiere visitar al creador.

Origen

En la secuencia inicial vemos a un humanoide, un titán con piel de mármol blanquísimo (que obviamente evoca las estatuas griegas) que en una especie de paraíso, al que ha descendido de una nave, parece sacrificarse bebiendo una sustancia que literalmente lo desintegra. Esta es una obvia referencia al Prometeo mitológico, pero en vez de entregarnos el fuego nos cede su adn para dar origen a la vida en la Tierra. Milenios más tarde, en 2087, un par de antropólogos, Elizabeth Shaw (Noomi Rapace) y su amante Charles Holloway (Logan Marshall-Green) convencen a la corporación Weyland de que aquella vieja hipótesis de que la raza humana fue creada por extraterrestres, denominados aquí simplemente como los Ingenieros, puede demostrarse viajando al satélite de un planeta remoto al que hacen referencia numerosas civilizaciones antiguas como el origen de todo. Por su desobediencia Prometeo fue condenado por Zeus a que un águila le devorara las entrañas para siempre. Por su osadía, la nave Prometeo se aventura a una catástrofe.

(Continuará)