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Difícilmente se podrá cambiar la Constitución que dejó la dictadura

Perderá el pinochetismo la cuarta parte de sus 40 diputados, prevé analista
Corresponsal
Periódico La Jornada
Viernes 15 de noviembre de 2013, p. 31

Santiago, 14 de noviembre.

Una caída estrepitosa de la conservadora Unión Demócrata Independiente (UDI) en los comicios parlamentarios de este domingo 17, proyecta el analista electoral y legislador José Auth, con varios aciertos a su favor en el pasado, quien dijo que el pinochetismo civil perderá al menos una cuarta parte de sus 40 diputados.

En la medida que la derecha pierda parlamentarios, posibilitará la liquidación de la pesada herencia política y económica de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990). Si bien la atención se centra en el inminente triunfo presidencial de la opositora socialista Michelle Bachelet, con amplia ventaja según las encuestas, será en las elecciones legislativas donde se determinará el futuro del próximo gobierno.

Esto es, porque en paralelo se votará para renovar el total de los 120 miembros de la Cámara de Diputados, que permanecen cuatro años en el puesto, y 20 de los 38 senadores, quienes detentan sus escaños durante ocho años. Y considerando la votación presidencial como base de las parlamentarias, entonces el escenario para la derecha se torna complicado.

Como se sabe, a sangre de fuego y en medio de actos de corrupción el régimen militar introdujo el libre mercado, destruyó la industria fabril y el tejido social comenzando por el sindical y privatizó los servicios esenciales que proveía el Estado en forma gratuita, como salud y educación, y fue pionero en poner el régimen de pensiones y jubilaciones en manos de empresas.

En 1981, cuando se iniciaron los cambios educativos, 78 por ciento de la matrícula de enseñanza primaria y secundaria se concentraba en escuelas públicas, y el resto en el sector privado. La educación estatal se cercenó y traspasó ésta a los municipios y se habilitaron las escuelas privadas subvencionadas por el Estado, según la cantidad de alumnos que consiguieran captar.

En 1990, cuando retornó la democracia, la matrícula municipal había caído a 57.8 por ciento y en 2012 a 37,5 por ciento, por el marcado descenso de la calidad. Pero además, los cambios pinochetistas habían acabado con la educación universitaria gratuita y se comenzó a cobrar sumas excesivas por todo, intentando bloquear el acceso de las clases populares a conocimientos superiores.

Lo que hizo la dictadura fue transformar la educación en un artículo a la venta más, dijo el ex presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile, Andrés Fielbaum. En contraste, la Concertación de centro izquierda al asumir sucesivos gobiernos (1990-2010) no hizo nada por cambiar la situación y muchos de sus dirigentes compraron escuelas, liceos y universidades.

Irónicamente la cobertura educacional ha crecido y es de 99.7 por ciento en primaria, de 87.7 por ciento en secundaria y de 36.3 por ciento en la universidad.

Pero 44 por ciento de los jóvenes de 15 a 29 años no llegan a los cursos finales de enseñanza secundaria. Y 25 por ciento de los que no completaron ese nivel, tampoco estudian ni trabajan, el cuarto mayor porcentaje entre los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).

Chile es el único país del grupo donde las familias financian directamente más de 70 por ciento de la educación terciaria, y el Estado pone apenas 22 por ciento, muy por debajo del promedio fijado por esta organización de 68.4 por ciento.

Otra parte de la herencia política del régimen militar es el sistema electoral binominal, que establece dos escaños por circunscripción o distrito y los asigna en la práctica a las dos fuerzas mayores. Es decir, que beneficia a los grandes conglomerados electorales, que deben ir en listas, antes que el voto individual del candidato.

Así, las minorías no obtienen representantes. Esto, sumado a una serie de quorums calificados, en la práctica hacen imposible los cambios y, por lo tanto, se preserva el sistema neoliberal. La Constitución ha recibido diversos afeites, pero más allá de la eliminación de los senadores designados y vitalicios, no se han logrado los cambios de fondo requeridos para democratizar el sistema.

Auth reconoce que sin un Congreso mayoritario no habrá nueva Constitución, aunque dos letras en cada voto aceptadas como válidas por el Servicio Electoral, puede ayudar al cambio. Son una A y una C. Significan Asamblea Constitucional que pide este paso para sepultar al pinochetismo a 40 años del golpe de Estado.

El diputado piensa que votarán unos siete millones de electores en un escenario de voto voluntario. En cifras, en el caso de la UDI, Auth subraya que sus parlamentarios en la Cámara baja estarán entre 28 y 32, es decir, entre 8 y 12 menos que en la elección de 2009.

Considerando a la derecha en su conjunto, Auth recalcó que del 43.5 por ciento de los votos que sacó el conglomerado oficialista en los pasados comicios, perdería seis puntos porcentuales que se traducirían entre cuatro y siete diputados menos.

La votación para la Nueva Mayoría, que apoya a Bachelet, aumentaría 5.3 puntos porcentuales (seis a nueve escaños) respecto de 2009 cuando el mismo pacto, denominado entonces por Concertación y Juntos Podemos, eligió 57 diputados.

Puntualizó que además los independientes Alejandra Sepúlveda y Giorgio Jackson, afines a Michelle Bachelet, también saldrían electos junto a uno o dos más de los pequeños partidos PRO o PRI (Jaime Mulet en Vallenar y Pedro Velásquez en Coquimbo). Ambos fueron demócrata cristianos.

Esto permitiría obtener el quórum de 65 o 68 legisladores para impulsar las denominadas grandes reformas, sostiene Auth. Pero, en el Senado habrá menos cambios, dice, y se podría quedar con un voto menos que lo que se necesita para hacer otra carta magna.